Se están muriendo famosos boxeadores. No digamos que pertenecieron a un remoto pasado, ni nada parecido, pero sí que ya tenían sus años de retiro y en relativa salud, pero vamos que la salud de un boxeador que ha durado bastantes años en el ‘dando y recibiendo’, tarde o temprano –más en lo segundo que en lo primero– el organismo pasa su cuenta de cobro.

Acaba de morir Ken Norton, un púgil a quien no le apetecía alcanzar un campeonato mundial, como todos aquellos que calzan guantes, como el Norte de sus vidas. Norton andaba por ahí sirviéndole de sparring a todos aquellos que lo necesitaban para ‘machacarlos’ a golpes. Dura, durísima profesión ésta. Sin embargo, aquel Ken Norton veinteañero la ejercitaba sin chistar.

Un día, poniéndose los guantes para entrenar a Ezzard Charles, boxearon 8 asaltos dándose duro. Al finalizar el entrenamiento, Charles le preguntó a Norton cuales eran sus aspiraciones. Charles se quedó de una sola pieza, al escucharle que lo mismo: entrenar boxeadores. Charles se quedó de una sola pieza, pues había cambiado golpes con un púgil al cual no había podido superar. Y lo convenció para que se hiciera boxeador. Y se hizo y llegó a las alturas, protagonizando dos combates fuertes con Alí.

Algo así como dos meses y medio falleció otro gran peso completo: Joe Walcott. El primer boxeador que paró en seco la carrera ascendente de Alí, cuando todo el mundo proclamaba a éste como el verdadero campeón mundial de todos los pesos. Alí había sido arbitrariamente despojado de su título de campeón, al negarse a prestar el servicio militar de su país, que es en su país una de las negativas más severamente criticadas en EE. UU.

Pero acortando la historia por lo que sabemos, boxeadores que se han retirado en aparente estado de salud, resulta que se mueren primero que un Muhammad Alí que poco después de haberse retirado le cayó la ‘mojosera’ del siglo, quedando casi como un vegetal. Son las ironías de la vida o concretamente de una profesión tan destructiva como indiscutiblemente es el boxeo.

Destructiva –hay que reconocerlo– con todos aquellos que abusaron de su fortaleza física y extendieron irresponsablemente su vigencia boxística. Alí duró más de 20 años en el boxeo. De haber durado 12 o 15 como máximo, ahí estaría gozando de una buena salud. Y como él han habido muchos que también están pagando caro su persistencia.

Un réquiem por Ken Norton.

Por Chelo de Castro C.

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