La palabra tiene un poder supremo, incalculable y poco dimensionado. Tiene la enorme posibilidad de sanar y a su vez, la implacable facultad de destruir.
Reconocemos la utilidad que posee, pero en el instante de hacer conciencia y darle buen uso, como en muchas otras actividades de la vida; omitimos y burlamos.
El reconocido cirujano y escritor español Mario Alonso Puig, lo expone con gran fluidez y sustento en una de sus más afamadas conferencias; en ella propone tener mucho cuidado con lo que decimos, y más aún, con lo que nos decimos. Puig, parafrasea al psicólogo norteamericano William James y cita una de sus máximas: “Eres tu, con tu forma de hablarte cuando te caes, quien determina si te has caído en un bache o en una tumba”
¡Demoledor!Nos invita a repensar nuestro diálogo interno.
La forma como aproximamos las palabras a la interpretación de todo lo que nos sucede, puede estar socavando en nosotros, nuestra fuerza vital, moral y espiritual.
La información que emitimos desde nuestro pensamiento y voz, es transferida a todas las células del cuerpo, en consecuencia, las mismas pueden afectarse y adaptarse al constructo de esa realidad.
¿Qué porcentaje de nuestras enfermedades proviene de la forma como nos comunicarnos con nosotros mismos? No lo sé, pero me ronda una gran inquietud al respecto y me asalta una ingrata sensación cuando pienso en ello.
Cuán importante es, en estos tiempos, oír esa voz que acallamos con frecuencia o que solo existe para otros. Esa que convoca con amor, compasión, cordialidad y amabilidad a la posibilidad de contemplar que para que todo hay caminos, que hay salidas, que todo tiene una solución, esa voz que está adherida a la ponderación y atestigua la relevancia de creer, de seguir adelante, de acercarse a ese impulso insustituible que puede lograr lo impensado.
Desde la ciencia, la neuroplasticidad o plasticidad cerebral da fe de esto cuando revela el proceso del aprendizaje neurobiológico, que no es más que la capacidad que tiene el cerebro de recuperarse, reestructurarse y adaptarse a nuevas situaciones.
Se pueden realizar cambios estructurales en la forma, la función y la conexión neuronal para crear nuevos universos y responder de manera más eficiente a situaciones del mundo exterior y uno de los caminos más idóneos para ello, es modificar la manera de hablarnos, especialmente, cuando estamos atravesando un momento difícil.
En medio de la investigación, charlas y elaboración de esta reflexión, me di cuenta que lo más grave que estaba sucediendo una de esas mañanas grises en mi vida, no era la turbulencia de los hechos que me preocupan, era la forma como yo me los estaba narrando.