Svante Pääbo es uno de los investigadores más afamados del mundo, sus hallazgos en teorías de evolución humana lo llevaron a ser galardonado recientemente con el premio Nobel de medicina. Algunos lo llaman el padre o fundador de una rama de la ciencia dedicada al análisis de la información hereditaria, mejor conocida como Paleogenética.

El máximo reconocimiento recibido por Pääbo, no es cosa nueva en su familia, su padre fue distinguido con el mismo honor 40 años atrás. Durante este tiempo solo tres suecos recibieron el premio, dos de ellos, padre e hijo o, hijo y padre.

Todo esto nos haría pensar en preguntarle si esa grata “coincidencia” profesional proviene también de algún gen heredado o de alguna información genética transmitida en el ADN, algo así como el gen de la investigación, o ¿por qué no? El gen del Nobel, pues cualquiera podría pensar que es bastante poco común que se llegue a tan alto ministerio en la misma rama y en el mismo núcleo dos veces. Y, quién mejor que él para dar respuesta a ese fenómeno.

Mi aproximación con este tema viene producto de una declaración que dio el premio Nobel con respecto al hombre Neardental y su relación con el hombre el de hoy, una de las razones por las cuales se hizo merecedor del premio, pero la poco sutil coincidencia, desvió mi atención por completo y concentró rápidamente todas mis inquietudes en lo que parecería menor.

Pääbo, ha descartado de tajo que algún tipo de gen hereditario haya podido influir en su caso, ha expuesto las razones por la cuales eso no ha sucedido, y de paso, ha dado relevancia a otros elementos determinantes de su vida que lo han llevado al lugar que hoy le pertenece.

“Mi padre nunca fue un factor especialmente importante en mi vida. Tenía dos familias y nosotros éramos la secreta, solo se pasaba un rato de visita los sábados, a su otra familia le decía que iba a trabajar” dijo a un medio europeo en una entrevista reciente.

Svante nunca llevó su mismo apellido, antepuso siempre el de su madre, Karin Pääbo, cuando su padre recibió el Nobel trabajaba en el instituto karolinska, y él, estudiaba en Uppsala University, muy poca gente en el medio, en ese entonces, sabía que eran familia.

Para Pääbo, el entorno en el que se crece y los factores sociales son mucho más importantes que otra cosa: “Mi madre tuvo una influencia mucho mayor en mí, me inculcó estima y respeto por la ciencia (…) si no hubiera sido por ella estaría trabajando en Lufthansa (…)”

El testimonio de Svante Pääbo el genetista, el premio Nobel, en este caso el mejor de mundo, sobre su madre, es ciertamente extenso, generoso y conmovedor, sus apartes comprueban que en determinadas ocasiones, hay estímulos más poderosos que los biológicos. En su caso se ve clara y explícitamente y, no sé si a manera de desafío a la ciencia misma o de catarsis con su historia, que el amor, la presencia, la compañía, la fe, el apoyo y los valores, tienen un peso inimaginado en el desarrollo de un ser humano, son componentes capaces de revertir lo obvio, de desarticular lo esperado.

Esto nos enseña que nada es como parece, que detrás de cada hecho hay una hazaña escondida, un fantasma vencido y probablemente un gen olvidado, aquel que está compuesto de todo lo carece el frenetismo por deslegitimar lo propio, lo íntimo, lo único, lo que nadie sabe del otro, lo que no necesariamente se hereda.

Volveré sobre lo que me condujo inicialmente a Pääbo, aunque creo que nuestra relación con el hombre neardental, se encuentra viva en el afán de omitir todo lo que nos aleja de la real trascendencia, y la necesidad de atender solo lo que se toca y es de fácil explicación.