Los sueños se cumplen, tus ríos llegarán al mar”

Cuando la escuchó, atravesaba por uno de esos momentos de desconsuelo y vacío, en el que se preguntaba cómo interpretar el camino. Sus rutas nubladas le impedían ver con claridad el horizonte. A todos nos pasa o nos ha pasado en algún momento de la vida, probablemente a usted le esté pasando hoy o, tal vez, esté próximo a pasarle.

-“Tranquilo, todo encuentra su justa medida.” Le dijo.

Una voz de tono pausado y sereno manifestaba en cada oración, certeza y convicción. Hablaba con una seguridad asombrosa, con pausas acentuadas que refrescaban el mensaje y respetaban el momento. Dejaba que los segundos transcurrieran y, entonces, su entonación melodiosa se hacía aún más clara, su color desconocía tiempos, era imposible no sentir que sus susurros traían verdades. Y así lo sentía Víctor.

Con el paso de los días, como una sombra que cobra vida y se hace luz, como quien se deshace de sus velos y de sus ropas viejas para provocarse visible, lo que la voz citaba, pronto era evidencia, todo empezó a recobrar su forma y a tener su sentido.

-“El tiempo tiene su tiempo y poco a poco entenderás que hay poemas que se escriben solos”. Le expresó de forma cálida.

Meses después, Víctor se encontraba en medio de la vía, sentado en el borde de su corazón, esperándola de nuevo para decirle que ya todo era nuevo, que viajaba con su abrazo puesto en su puesto, con sus hombros en el filo de su rostro imaginado en el camino más cercano al resplandor de sus dibujos.

Su contemplación y su paciencia, la voz apareció de nuevo. Esta vez se sentó a su lado en silencio y mientras todo pasaba, él pensaba en lo extraño que era sentirse acompañado por una voz que guardaba silencio, sobre todo, cuando olvidó saber que todas las voces sabias saben guardar silencio.

Así fue como supe que la voz era su voz, así fue la forma en la que supe que su voz interior le habló la última vez: escuchándolo.

Víctor aprendió a oír su voz interior y a guiarse por ella, en ella encontró libertad, confianza, y armonía. Descubrió que en su interior vivía un gran amigo olvidado, espantado y confundido por los ritmos y los ciclos de los extraños que creían que su casa no era suya. Una mañana limpió su espacio, brilló sus pisos, espantó los fantasmas encontrados del pasado, los propios y los heredados, enfrentó los registros de terceros que inundaron sus recuerdos de rocío y borraron respuestas que guardaba entre su nido.

Ya resuelto, emprendió un largo viaje a través de sus paisajes desconocidos y otros mundos. Perdí su rastro y, aunque no sé dónde está, tengo la sensación de saberle en un buen lugar.

Me enseñó también a oír mi voz interior, a entender qué si es bueno callar la mente, es mejor callar el ruido externo que tanto nos rodea y tanto nos distrae.

Enfrentaremos días próximos cargados de hastío. De hastío de pandemias y de hastío del pasado, tendremos que tomar decisiones importantes y estaremos al frente del espejo y al frente de la oportunidad única de restablecer nuestro diálogo interno, para no repetir, para no posponer.

Una tarde de julio a eso de la 4:15 p.m el día de mi cumpleaños, Víctor hizo llegar a mis manos una nota que decía: “Espero que todos estén bien, vive con felicidad lo que te queda en este mundo, escúchate con calma y sé sereno, es hora de atender tu voluntad y tu silencio.

Solo el silencio te permite oír tu voz.