No quisiera decirlo, pero actualmente nos encontramos en una gigantesca descomposición moral de los valores sociales: nuestros niños tienen que crecer en medio de la putrefacción de los intereses personales y no los generales, como debería ser. Así mismo, la hambruna a nivel mundial se apodera de estos vulnerables y hermosos seres.
Y es que sí antes estábamos mal, ahora, con la pandemia del COVID-19, estamos peor. Para corroborar esto, cito a la ONU que mediante la directora General de Save the Children International, Inger Ashing, señaló que “las terribles repercusiones de la pandemia de la COVID-19 sobre la pobreza afectarán más duramente a los niños, que son altamente vulnerables incluso a periodos breves de hambre y desnutrición que podrían afectarles el resto de su vida”.
Entonces, me parece que le ha faltado decisión política a los gobiernos, programas de ejecución concretos que garanticen sostenibilidad en el tiempo, una visión elemental para saber encaminar y darle suprema importancia jerárquica a los niños, para que, en medio de su inocencia, reciban las condiciones básicas, se les garantice igualdad, y oportunidades en educación con calidad, para que puedan vivir dignamente en un futuro tanto ellos como sus familias y se conviertan en líderes del mañana de una sociedad que los necesita formados, competitivos y productivos.
La disminución del afecto, amor y respeto hacia ellos, también ha sido una constante en tiempos modernos y por allí se hace evidente la vulnerabilidad a sus derechos universales. Si bien es cierto que hoy en día existen numerosas entidades sin ánimo de lucro que ayudan a que los pequeños tengan una calidad de vida “decente”, los esfuerzos siguen siendo insuficientes para cubrir un porcentaje importante de la población menor necesitada, que clama en silencio sean escuchados.
En mi caso, no puede haber un regalo más preciado que un “nieto” dicen que son el postre de la vida y así lo siento y por ese motivo, procuro, en la medida de lo posible, dejarles a su disposición toda mi sabiduría, que puede ser poca o mucha, para que crezcan en un mundo de mayor conocimiento y, ojalá mejor. Por lo tanto, espero que los gobiernos que siguen estando biches en materia de políticas serias para atender esta hermosa población, comiencen a actuar de una vez y no sigamos esperando a que estos angelitos no crezcan siendo felices e incluso muriendo por la ineptitud de unos pocos.
Quisiera terminar con otra cifra a manera de reflexión, en nuestro país en el año 2019, antes de la actual emergencia sanitaria, El Instituto Nacional De Salud advirtió que una cuarta parte de la población infantil colombiana presenta desnutrición oculta, una condición que, como su nombre lo indica, se caracteriza por no ser evidente a simple vista, pero sí en los niveles de micronutrientes en el organismo. Así las cosas, la invitación a quienes toman las decisiones y a los filántropos de la vida, es que a esta nueva era de la solidaridad, como algunos la denominan, nos haga más sensibles con el prójimo, especialmente con nuestros niños que representan el potencial del futuro que para el caso nuestro todavía es incierto.