Será tarea ardua y tediosa readaptar a nuestro computarizado mundo a un indio empobrecido y despojado de tierras. Ellos que eran los terratenientes precolombinos, dos mil años antes de la llegada de los españoles, indios ignorantes y analfabetas, reflejaban al ser humano, palúdico, anémico y parasitado por un proceso de siglos… tiempos aquellos en donde, a pesar de su fortaleza física, el deterioro de la salud de nuestras comunidades expuestas a pandemias era una constante y una preocupación que agobiaba sus espíritus. No había opción a centros de atención, todo lo brindaba el contacto con la sabia naturaleza y el sentido común de supervivencia e innato de nuestros indios.
Hoy, siglos después, a través del Ministerio de Salud y Protección Social perfeccionaríamos la reglamentación vigente relacionada con el servicio a los pacientes en clínicas y hospitales y a la cual recientemente se le introdujo la norma de atender en sala de urgencias cualquier ciudadano que requiera servicios, sin exigir honorarios anticipados, como hasta ahora ha sido costumbre.
Y ampliando un poco más la cobertura de esta presentación con un sentido más humanitario, acorde con el momento actual, se establecería en todas la instituciones privadas de la salud, la prestación de una cirugía gratuita para pacientes de escasos recursos que cada especialista vinculado a la entidad hospitalaria deberá realizar por lo menos dos veces al mes a personas de pobreza absoluta, como se viene cumpliendo en los Estados Unidos, desde hace más de cien años.
Sin embargo, la sociedad de la que formamos parte va en “barrena” que es un término de aviación, las cosas parecen estar sustentadas en el aire, en el vacío.
También podría utilizar la expresión del navegante cuando advierte que el navío está “haciendo agua”: el país se hunde en una masa de líquida estructura moral y en un abismo de ambiciones políticas. Y en contraste, cuando se agudizan las crisis políticas, económicas y sociales, se incrementa la anarquía, el crimen, el secuestro, la extorción, el chantaje, el soborno y la corrupción, entre otros infortunios. Delitos que hoy se cometen con mayor frecuencia, sevicia, técnica y crueldad. Delitos que circulan a nivel de los hogares, de sicópatas, que distribuyen la violencia y el terror bajo la mirada atónita de una justicia que avanza con muletas y utiliza cárceles que casi siempre tienen una puerta de entrada y otra de salida, o que incluso, a veces ni siquiera existen.
Por lo mencionado anteriormente, con sentido médico le tomaría el pulso a los estratos menos favorecidos de nuestra sociedad y comprobaría una vez más que los pasos del mamut, de siglos atrás, son cada vez más cercanos, por lo que “campesinado, proletariado y estudiantado” son las tres consonantes del poema de la revolución de una sociedad enferma y agonizante.