El Heraldo
Opinión

¿Un costeño presidente?

Soy de los que creen que la Costa debió independizarse de Colombia, junto con Panamá, en 1903. Debimos haberle dejado a los interioranos –como lo hicieron los panameños– su Casa de Nariño e inventarnos otro palacio presidencial. La historia ha demostrado que los panameños acertaron en su decisión. Probablemente, de lo contrario, estarían hoy, como La Guajira, implorándole a Bogotá un Conpes social. 

Pero, como la historia ocurrió de otra manera, anhelaría, por lo menos, un retorno al federalismo que los centralistas sofocaron a sangre y fuego en las guerras partidistas.

Rafael Núñez fue el último presidente costeño, pero era centralista y terminó transando con el reaccionario establecimiento andino. A él le debemos, junto con Miguel Antonio Caro, un regodo político bogotano, la Constitución de 1886, impuesta en el marco de la Regeneración. 

Un ensayo de Adolfo Meisel Roca, ‘El liderazgo y el futuro del Caribe colombiano’, dice: “Es evidente que la región Caribe tiene serias dificultades para traducir su influencia electoral en control del Estado colombiano: hay un déficit de liderazgo costeño en la dirección de Colombia”.

Y cuando uno mira los nombres que están repiqueteando como posibles candidatos presidenciales en 2018 encuentra que predominan los del interior. Los únicos costeños son Gustavo Petro, que nació en Córdoba, pero ha vivido desde joven en la frialdad del mundo andino, al punto de que fue alcalde de Bogotá; la precandidata sincelejana María Guerra, y el samario Carlos Caicedo, que acaba de postularse.

La Costa merece tener un candidato auténticamente caribe que nos convoque y aglutine en torno a las banderas de la dignidad, el desarrollo, la autonomía y la transparencia, generando, de paso, un movimiento político, en todos los departamentos del litoral, que tenga el impacto dialéctico de empezar a producir sustituciones positivas en el liderazgo a nivel de las gobernaciones, las alcaldías, los concejos y las asambleas, donde hoy imperan la corrupción y el clientelismo en medio de un contexto de atraso educativo, pobreza y desigualdad. También se requiere un revolcón en nuestra representación parlamentaria.

Sin demeritar ni descalificar a los costeños que están lanzados, se me ocurre un nombre: Gustavo Bell. Ha sido vicepresidente, ministro, gobernador, embajador y director de EL HERALDO,  y no tiene nada que envidiarles a los líderes interioranos que se perfilan como aspirantes presidenciales.

La conquista de un superior espacio para la Costa en el poder nacional no debe depender de un lento y largo proceso. Se requiere mayor atrevimiento. Un candidato costeño de alta respetabilidad intelectual y moral desafiaría al país político andino que solo nos ve como una circunscripción electoral que elige sus presidentes para luego darnos el trato negligente y desdeñoso de siempre. Estamos mamados de eso.

@HoracioBrieva

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