Un día cualquiera de 1953 llegó Álvaro Cepeda a la casa de mi abuela en la Cra 51B con calle 76, alarmado porque no encontraba un rollo de papeles mecanografiados con los textos originales de lo que se llamaría " Todos estábamos a la Espera". Desde que nos conocimos, Álvaro había iniciado la costumbre de traer todo lo que escribía a casa. Este rollito de papeles no lo recordaba. Buscamos por todas partes sala, comedor y biblioteca nada de nada.

En este momento de nuestras vidas, Álvaro había regresado de Estados Unidos, interesado en conocer la dinámica de un periódico en la cultura anglosajona. Sea este el momento para recordar que desde 1947, ya él tenía su columna diaria en EL HERALDO y en El Nacional, que mantuvo hasta 1948, y que retoma en 1951, cuando regresa de Michigan College y de la Universidad de Columbia.

Cepeda Samudio había publicado sus columnas en periódicos de colegios desde 1944-a 1945 según la recopilación de Jacques Gilard 1985 y Segunda edición 2022 Tita Cepeda-julio Olaciregui. Se conservó el mismo nombre" En el Margen de la Ruta."

En el mismo momento de nuestras vidas, Álvaro trabajaba con Don Carlos Dieppa, importador de automóviles. Don Carlos apreciaba el conocimiento del inglés que le permitía leer los catálogos de los autos que compraba y algo sorprendente, los anuncios de conciertos de grandes músicos del mundo que le enviaban sus amigos, del Círculo de Música al cual pertenecía.

Poco tiempo después Álvaro convertido en ejecutivo del Centro Artístico, empezaba en Barranquilla una temporada de conciertos que podría envidiar cualquier capital europea. (faceta de Cepeda Samudio que pocos conocen.) Don Carlos le permitía a Cepeda S, utilizar cualquier auto, o camioneta, que dejaban sus clientes, como cuota inicial, de un auto nuevo y por eso en este momento de nuestras vidas, Álvaro utilizaba una camioneta color zanahoria encendido.

El tema de los papeles perdidos, tomaba proporciones inusitadas, con los numerosos amigos de Álvaro, buscando en sus respectivas casas, los papeles extraviados. Había mucho ruido en el “Tercer Hombre”, y allí estaba yo esa tarde, con el pintor Alejandro Obregón, quien me preguntaba por lo mismo, cuando sentí una sensación rara, me paralice estupefacta, al reconocer que yo sabía dónde estaban los benditos "papeles perdidos" y que lo sabía desde siempre, solo que nadie me lo había preguntado. Cuando Álvaro llega en un auto diferente:" ¿dónde está la camioneta zanahoria encendido? La vendí esta mañana, “pero ahí están los papeles perdidos, en la gaveta de la derecha". Álvaro salió disparado y pronto volvió con la camioneta zanahoria y con un señor que tenía una cara de susto, que no se lo quitaba nadie, lo único que dijo fue "menos mal que no la había lavado".

Adenda: Gabriel García Márquez tiene su propia versión en vivir para contarla.