Una de las trampas más peligrosas en la que caen los países en vía de desarrollo es que ante lo apremiante que resulta la crisis social y económica, hay discusiones y peticiones de la ciudadanía que son despreciadas con ligereza porque no son consideradas urgentes para la coyuntura nacional. Es una trampa porque temas de altísima relevancia se relegan y postergan indefinidamente hasta que algún día la economía o la política puedan defender solicitudes que son naturales en el desarrollo de cualquier civilización y que incluso son elementales para la protección de la vida.

Una de estas necesidades que ha pasado a segundo plano – de forma evidentemente equivocada- es el acceso a una infraestructura vial que sea amigable con la vida e integridad de los ciclistas colombianos, profesionales y no profesionales. El país se ufana de los logros de Nairo y de Egan; una nación que alimenta su orgullo de los logros de sus deportistas pero que desconoce que para llegar a ello se requiere un esfuerzo en el que no siempre el contexto nacional ha estado a su favor. El año pasado el país se estremeció con la muerte del niño ciclista Julián Gómez, quien de haber nacido y crecido en otra realidad probablemente no habría sido víctima de la carencia de una infraestructura donde los camiones no se lleven por delante la vida de las personas.

El tema es tan grave que el año pasado 471 personas perdieron la vida por salir a montar bicicleta en las vías de Colombia, personas que lo hacían por deporte o que utilizan la bicicleta como medio de transporte para llegar a sus trabajos o para trabajar. Ante esta realidad la respuesta del Ministerio de Transporte y de las autoridades a nivel regional, más que quedarse corta ha sido inexistente, pues para superar un problema de esta índole no basta con hacer una campaña de reducción de velocidad en las carreteras o llenar de cámara la carretera; resulta imperativo que se desarrolle una infraestructura que brinde seguridad a los ciclistas y los blinde de la incertidumbre de perder la vida o sufrir un accidente grave en las carreteras de Colombia.

Nadie puede pedir que todas las vías sean aptas para ciclistas, pero sí que se creen rutas seguras para ellos y que las autoridades se encarguen de promocionar estos para que exista una colaboración entre los entes de tránsito y quienes decidan optar por este medio de transporte o deporte.

No podemos seguir sometidos a un país que crea que la infraestructura es un lujo, cuando la carencia de esta al final nos resta más vidas que muchas enfermedades. La opción de limitar al ciclismo porque existe una incapacidad para darle seguridad a esta actividad, es una trampa que solo nos llevaría al subdesarrollo y que muestra la multiples formas en las que puede existir un Estado fallido.

@tatidangond