Para una persona que ama a su país tanto como yo, la satisfacción de presentarle a Colombia a un extranjero es inigualable. Esta semana tuve oportunidad de acompañar a varias ciudades de Colombia a una española que por primera vez visitaba nuestra República, unos días donde la variedad de climas, la hospitalidad de la gente, la comida, la música, la historia y la cultura demostraron que gran parte de lo que se piensa de Colombia en el exterior es una mentira descalificadora. En Europa – y esto, aunque se nos olvida constantemente sigue sucediendo- muchos piensan que las calles de Colombia están llenas de armas, de drogas y de una pobreza igualable a la de las ratas. Digo que muchos lo piensan, porque a pesar de no ser una mayoría, quienes consideran que visitar Colombia es dejar su vida a la suerte son un número significativo de personas que replican el miedo y la mentira.

Colombia es un país con una desigualdad social y económica plausible, con una historia de violencia sistemática que aún no termina y que no podemos desconocer, pero también es una nación que ha crecido en medio de muchas dificultades, con una biodiversidad incomparable, con una magia intrínseca en cada una de sus regiones y con ciudades que tienen mucho que ofrecer.

No creo ser partidaria de las personas que intentan mostrar solo lo bello y lo bueno del país, porque ello sería desconocer la realidad de millones de personas que viven una situación en la que ningún ser humano debería estar y que merece ser conocida para buscar espacios de cooperación internacional y de articulación social para que cada vez más esto pueda ser un tema del pasado. Sin embargo, tengo un pleno convencimiento de que nuestra tierra tiene tanto por mostrar y tanto por descubrir, que sería una verdadera pérdida no mostrarle al mundo todo que lo que tiene Colombia, siendo lo más importante, la amabilidad, cultura y educación de sus personas.

En Colombia, además del turismo tradicional, se abrió la puerta para un turismo de paz y reconciliación, uno que permita, con prácticas sostenibles, preservar los lugares a los que no se podía acceder por el conflicto armado y que ahora pueden convertirse en la verdadera locomotora que estábamos necesitando, siempre con inclusión social.

Ahora, resulta interesante ver la tierra natal desde los ojos de otras personas que no lo conocían, porque ello te lleva a apreciar mucho de lo que tienes, pero también a cuestionarte cosas que necesitan verdaderos cambios. Entre estos últimos, la desigualdad entre clases sociales, el acceso universal a los servicios públicos – que, aunque es un derecho, no lo es para todo el mundo -, la deficiente estructura vial que pone en riesgo la vida y seguridad de quienes viajan de un lugar a otro, etc.

En cualquier caso, algo esperanzador y mágico de Colombia, que no lo tiene ningún otro país del mundo, es la alegría, la afabilidad y la diversión como estilo de vida.

@tatidangond