Los Planes de Desarrollo son instrumentos de planificación que orientan las acciones de las administraciones departamentales, distritales y municipales durante un período de gobierno. Generalmente, consolidan el Plan de Gobierno presentado en las campañas políticas y, en ese sentido, deberían estar alineados a los objetivos, metas y programas contenidos en los Planes de Ordenamiento Territorial.
Aunque todo lo anterior suena ideal, lo cierto es que los ciudadanos de a pie no ven reflejado lo que se promete en campaña, por una sencilla razón: los 1.103 Planes de Desarrollo de cada uno de los municipios fraccionan las necesidades de unos ciudadanos, quienes al final se relacionan con su territorio de manera regional y no local.
Tomemos como ejemplo la ausencia de un planta de tratamiento de aguas residuales en una ciudad que desemboca en un río, que a su vez impacta ambientalmente a 5 municipios río abajo. ¿No deberían los municipios que se relacionan con la contaminación de ese río, unificar sus Planes de Desarrollo para lograr encontrar la financiación de la infraestructura y construir esa planta de tratamiento?
En la actualidad esto no sucede porque las metas, programas y proyectos de cada Plan de Desarrollo son diferentes, aunque la necesidad sea la misma. No hay posibilidad alguna de articular a los gobiernos locales que tienen relación, en este caso, con el río.
Si revisamos, Colombia destina en inversión recursos por $224,5 billones. Para solucionar todos los problemas de tratamiento de aguas residuales en Colombia se requieren 21 billones de pesos. Entonces, ¿por qué no se ha hecho? Sencillo: porque hay 1.103 Planes de Desarrollo que no se entienden, no se integran, no se articulan y los alcaldes involucrados ni se toman la molestia de conversar sobre el tema.
¿Por qué no pensamos en acabar los Planes de Desarrollo y pasamos a programas a largo plazo? Unos donde se identifiquen las necesidades interregionales; donde la estrategia de dichos programas contemple fases de entrega de obra pública de acuerdo a cada periodo de cada alcalde, y con eso garantizamos que los gobernantes locales tomen la foto y corten la cinta, al tiempo que se logra que dicha infraestructura construida cumpla con las necesidades de los ciudadanos a largo plazo.
La realidad resulta evidente: los actuales Planes de Desarrollo no cumplen su propósito con los ciudadanos y otra prueba de ellos es que únicamente México, Ecuador y Colombia siguen utilizando este mecanismo, con resultados alarmantes. La duda entonces permanece y toma fuerza: ¿por qué no pensamos, de una vez por todas, acabar con los Planes de Desarrollo?
*Especialista en Derecho Urbano y maestria en Gestión Urbanística