Durante esta larga pandemia se han acumulado las efemérides. Unas deprimentes, y otras edificantes. Las deprimentes se refieren a los eventos de impunidad que campean por estas tierras donde ya es proverbial que aquí a punta de tramoya pase lo que pase nada pasa.
Se cumplieron cuatro años de haber el pueblo votado contra el acuerdo entre Santos y la guerrilla, y los De la Calle y compañía, que tanto cacarearon su renuncia si perdían, y el propio Santos en su soberbia anunció su anulación, pero nada pasó. Colombia lo rechazó, pero Uribe no reclamó el triunfo, cedió, nadie renunció, y el acuerdo se aplicó con mil tramoyas.
Se cumplieron 31 años del asesinato de Luis Carlos Galán, investigación corrida, hasta inventaron al barranquillero Júbiz como autor, después acusaron y hasta encarcelaron a varios, cada uno con su diferente versión, pero los reales autores intelectuales siguen en la impunidad debido a mil tramoyas judiciales, y nada pasa.
Se cumplieron tres meses desde que la CSJ expidiera el tramoyero fallo que privó de la libertad a Álvaro Uribe, y continúan las tramoyas para mantenerlo encerrado, todos los días se inventan recursos santanderistas disfrazados de legalidad, pero sigue ahí, y nada pasa.
Se cumplieron 25 años del asesinato de Álvaro Gómez, otro alud de investigaciones y de encarcelados, y ahora vienen los farianos a confesar que fueron ellos, una tramoya más para que se encargue la JEP, y con testimonios de Piedad Córdoba y otros guerrillos declaren culpables a los alias Tirofijo, Raúl Reyes y otros insurgentes ya muertos, y así a los verdaderos culpables, los autores intelectuales, nada les pase.
Menos mal existen las efemérides edificantes, las que permanecen y a todos pertenecen: Se cumplieron noventa y dos años cuando, el dos de octubre de 1928, un sacerdote común y corriente convencido que la santidad está al alcance de todo ser humano fundó en Madrid la Obra de Dios, una especie de asociación cristiana que sostiene que la práctica individual llevada a cabo con dedicación y excelencia podía conducirnos a alcanzar la santidad, vale decir, sin exigencia de andar rezando y flagelándose, solamente el trabajo, cualquiera que fuere pero efectuado con amor y perfección, el comportarse como buen padre de familia y esposo, y como excelente amigo y buen prójimo te otorga el privilegio de la santidad, pasaje directo al reino de los cielos. Opus Dei, porque cuando estaba promulgando su idea, cuando sentía el abrigo de la inspiración divina un obispo amigo le preguntó: “¿Cómo va la obra de Dios?” ¡Claro! ¡Opus Dei! Y así se llamó lo que después fue una Prelatura Personal integrada por seglares bajo la dirección espiritual de profesionales que abrazaron el sacerdocio. San Josemaría Escrivá de Balaguer fue en octubre seis de 2002 canonizado por el Papa Juan Pablo II en un multitudinario evento con presencia de miles de seguidores. Extendida a setenta países, la Obra de Dios viene haciendo apostolado en busca de la perfección ciudadana que tanta falta nos hace en este país de tramoyeros.
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