Panamá dependía casi totalmente de Cartagena. Los panameños eran, además, muy unidos con nosotros, los habitantes de la hoy Costa Caribe colombiana. Pero un día nos abandonaron, se separaron de los cachacos, se fueron con los gringos y, ¡el colmo! nos dejaron por fuera. En Bogotá casi ni le pararon bolas a la cosa. Al revés, sintieron que se desenhuesaban. Y ni ellos ni nosotros, ni para bien ni para mal, nos ocupamos más de los panameños. Chao pescao. Pero todo indica que los cachacos quedaron con la piquiña con nosotros porque, desde entonces, no pararon de darnos palo corrido, de bloquearnos, frenarnos, y nosotros, en riposta, no paramos de “sabotearlos”, al punto que se generó ese cierto y mutuo resquemor entre lanudos y caribes cosa que, hay que registrarlo y reconocerlo, hoy por hoy mucho se ha diluido.
Por allá en los años sesenta en un partido de Junior, Tico Noguera en el Romelio, y en medio de gran ovación de los presentes, enarboló un gigante pasacalle que vivaba y pedía la República Independiente del Caribe, lo que despertó la ira santa del entonces presidente Carlos Lleras (siempre un Lleras, un Samper o un Santos atravesándose), con lo que quedamos desubicados: ¿Entonces? ¿En qué quedamos? ¿Nos quieren o no nos quieren? Obvio que no. Pero es que, claro, ningún presidente dejaría que bajo su gobierno el país se desmembrara.
Ahí quedó evidenciada nuestra inconformidad, y se comenzaron a dar pasos en busca de neutralizar el asfixiante centralismo que siempre nos oprimió. Varios entes regionales con tal fin se crearon, y algunos hasta alcanzaron a operar. Empero, cuando las cosas se iban cristalizando, se atollaban, la verdad sea dicha, más por culpa nuestra que de ellos. Desarrollamos una especie de antropofagia regional, un nosotros contra nosotros mismos, y los cachacos felices. Acuérdense que por allá en el año setenta tuvimos un candidato con posibilidades, Evaristo Surdís, sabanalarguero él, figura nacional con votos en todo el país. “Ahora o nunca”, entusiasmados decíamos. Pero no votamos por él, al punto que en Huila sacó más votos que aquí.
Eso también ha cambiado. Hemos venido, aunque lentamente, adquiriendo conciencia regional de unidad, y hoy existe en el Congreso una cohesionada bancada caribe que logra hacerse escuchar y, con su apoyo, el 28 de junio se aprobó y sancionó la Ley 1962 que permite la creación de la Región Administrativa de Planificación RAP Caribe, con personería jurídica, autonomía administrativa, y patrimonio propios. Es un importante paso previo para lograr la RET, o sea, el Caribe como entidad territorial. La Ley fue conciliada por el jefe conservador Efraín Cepeda y, claro, resultado de la tenacidad de Verano, quien desde el 91 cargó en la Constituyente el fardo que no soltó hasta el exitoso resultado.
Falta aún mucho por hacer. Hay que implementarlo, financiarlo, y ponerlo a funcionar. Pero esperemos que ante la eventual candidatura presidencial de Álex no se repita lo de Evaristo, las cosas se den, y que coronemos presidente, RET, y mucho más.
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