Mi amigo: Álvaro Uribe Vélez
No hay un solo instante en esta bella pero injusta patria, un solo momento de su palpitar de los últimos 40 años en que Álvaro Uribe no haya estado presente. Ese ser excepcional que nos devolvió el derecho de vivir y envejecer dignamente. Porque la seguridad democrática es el privilegio de morir de muerte natural al lado de nuestros hijos.
Hay algo que cautiva especialmente del presidente Uribe, y eso es su cercanía con la gente. Para Uribe todo es importante. Puede hablar de los grandes problemas de la patria en la mañana, conversar con los líderes mundiales al mediodía, y en la noche orientar al amigo septuagenario de Montería que viste como ‘coca-colo’ con la ilusión de así encontrar pasiones juveniles. Le aconseja sobre las imprudencias de los amoríos calentanos tardíos. Por eso no me extraña que en los sitios donde coincidimos siempre haya quienes quieren tomarse –y me perdonan el anglicismo– una selfi a su lado.
Cuando ha estado en nuestra finca, lo primero que ha hecho es departir una charla con los trabajadores, y preguntarles por los caballos y cómo los cuidamos, y a la final termina él dándoles una cátedra. Los invitados saben que para él –para nosotros– primero siempre, antes que nada, los trabajadores. Para tener magnetismo universal hay que ser una buena persona y tener cromosomas de buena calidad bioquímica.
Álvaro Uribe Vélez es de una simplicidad campesina arrolladora. La etiqueta ceremonial no existe en su manera, pero el abuelo cómplice permanece en las circunstancias. Hace poco, montó en horas de la noche un brioso caballo solo para entregarles personalmente pizza a sus nietos: “Llegó a caballo el repartidor”, les anunciaba. Ese es el talante del colombiano sin lugar a dudas más importante de los últimos años.
Transitar por la política es comprar tiquetes para la feria de las ingratitudes. Con todo, nunca le he escuchado a Álvaro Uribe un comentario ácido sobre sus contradictores. Crítica, sí, y vehemencia frontal en la defensa de sus ideas. Su pasión son la dialéctica y su familia, de la cual es el más aguerrido defensor.
En enero, en una tertulia cerca del Sinú, me preguntó por la pandemia. Hoy recuerdo su ceño fruncido expresando preocupación cuando me abordó. Sin duda una de las características del liderazgo de Uribe es su factor predictivo. Ese olfato especial que se agudiza cuando se trata de anticipar las situaciones de peligro para la salud de la patria. Por eso lo desvela el efecto tóxico que sobre el cerebro produce la adicción a las sustancias psicoactivas. Está empeñado, como yo, en proteger el cerebro de nuestros jóvenes.
Álvaro Uribe Vélez tiene unos imperativos éticos inamovibles. Acabar con la narcoguerrilla es uno de ellos. Sin titubeos, la fuerza del Estado debe perseguirla porque de lo contrario nos llevará a mecernos por inercia en el chinchorro de la tristeza y de la desolación.
Cuando mi esposa, María Stella, escuchó la injusta sentencia de la Corte, soltó esta frase: “Arriba está Dios que para abajo mira. La verdad, tarde o temprano, prevalece sobre todas las cosas.” Tiempos difíciles nos esperan, pero estarán inspirados en su inocencia y sus postulados, así que los superaremos.
Más Columnas de Opinión
Junior y la sanción a Jorge Duarte
En los más de cuarenta años que he estado en la industria de los medios de comunicación, el fútbol siempre ha sido la misma historia. Los temas del Junior de Barranquilla, por partidos accidentados y fallos arbitrales, siempre se maximizan y s
La pobreza energética, un mamotreto de tareas
De Mamotreto, del latín mammothreptus, cuyo significado literal es criado por su abuela, deriva “abultado o gordito”, por la creencia de que las abuelas crían niños gordos. Hoy tiene tres usos: armatoste (objeto grande), libro o l
A cuidar las marchas
Las marchas y manifestaciones han desempeñado un papel crucial en la dinámica de los cambios sociales a lo largo de la historia. Estos eventos han sido catalizadores potentes para transformaciones sociales y políticas, y van más allá de la le
¡Lee la naturaleza!
Para quienes compartimos que Dios es el creador del universo y de la vida o para quienes no lo aceptan, lo único claro es que, de todos los seres vivos existentes en la naturaleza, el único que tiene la capacidad de comunicarse con sus semejante