Este 2020 será el peor año de la economía colombiana. El Gobierno calcula que el producto interno bruto caerá a -5.5%. Pero los datos del derrumbe del PIB dicen poco sobre la tragedia humana que esconden. Ella se ve mejor reflejada en las de desempleo y pobreza. Para junio, la tasa se había disparado a 19.8%, es decir, 2.232.000 desempleados más.
Más desempleo es siempre más pobreza. Según el Dane, es pobre el hogar de cuatro miembros que tiene ingresos de menos de $1.029.732 pesos al mes. Recordemos que el 88% de los empleados gana solo dos salarios mínimos o menos. El 47%, solo un salario mínimo. Como el mínimo, incluyendo auxilio de transporte, es de $980.657, cuando se pierde el empleo casi siempre se cae en la pobreza y se arrastra al núcleo familiar.
Por eso la pobreza este año crecerá 15%, 7.3 millones de pobres más. Y la sexta parte de la población de las ciudades más importantes sufrirá de hambre.
Generar empleo y reducir la pobreza, de manera rápida y masiva, deberían ser el eje central de los esfuerzos del Estado y la sociedad a partir de ahora.
No será fácil. El crecimiento de 3.3% de la economía colombiana el año pasado estuvo apalancado en el gasto de los hogares. Pero mientras no se recuperen los ingresos de los trabajadores no aumentará el consumo de las familias.
Tampoco podrá apostarse al esfuerzo del sector privado. El 96% de las empresas en Colombia son micro, pequeñas y medianas empresas, y fueron esas mipymes las que generaron el 80% del empleo. Son también ellas las más afectadas y decenas de miles han tenido que cerrar por la crisis. Además no va a aumentar la producción si no aumenta la demanda de los consumidores y tal cosa esta muy lejos de ocurrir.
El alivio tampoco vendrá por el sector externo. El grueso de nuestras exportaciones son de hidrocarburos y minerales. En el último semestre las exportaciones de las industrias extractivas disminuyeron 39.1% frente al mismo periodo de 2019. No se prevén mejoras en los precios del petróleo y el carbón para lo que resta del año y, para rematar, las economías de nuestros principales mercados de exportación pasan también por enormes dificultades.
De manera que el gasto del gobierno es el único que puede empujar la generación de empleo y, con ello, disminuir la pobreza. Tendrá que hacerse con un déficit fiscal del orden del 8.2%. Como endeudarse con la banca nacional es costosísimo, los espacios con la banca internacional están casi completamente copados, y una reforma tributaria que cargue aún más a empresas e individuos que están sufriendo la peor de la crisis sería una insensatez, no quedan sino dos alternativas: vender parte de los activos de la Nación y endeudarse con el Banco de la República. Ese es el camino más rápido y efectivo en esta situación extraordinaria. Y concentrarse en que el gasto sea productivo, para la competitividad y genere mano de obra masiva. Es decir, debe concentrarse en la infraestructura civil y en la construcción de vivienda, sectores de mano de obra intensiva.
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