Junior no cumplió sus metas de 2020. Conquistar el título en la Liga y avanzar, al menos, a la semifinal de la Copa Sudamericana (después de la eliminación en la Copa Libertadores) eran los objetivos que se luchaban tras la reanudación del fútbol profesional en medio de la pandemia. No eran imposibles. De hecho, el equipo estuvo a poco de lograrlos.

En condiciones normales, no conseguir estos propósitos debería considerarse, sin sonrojos ni titubeos, un fracaso, pero en las circunstancias que afrontó el equipo en las últimas semanas, es impreciso e inmerecido calificarlo así.

No se puede obviar en el análisis que Junior sufrió demasiadas bajas y adversidades en el momento más crucial. Jugó con lo que le dejó el Covid-19 los dos partidos ante Coquimbo Unido y el de vuelta ante América.

Sí, ante el cuadro chileno debió ser más agresivo y menos conformista cuando ganaba 1-0 el primer partido. Sí, ante América debió encarar el primer tiempo con la misma actitud del segundo. Y sí, claro que hay jugadores que no merecen vestir la rojiblanca y otros que ya cumplieron su ciclo, eso es evidente.

Se siguieron viendo defectos individuales y colectivos que ya venían desde antes de la ola del Covid-19, pero es imposible e injusto hacer un balance sin los atenuantes de los días recientes.

Junior no volvió a entrenar con su equipo completo. No contó con sus entrenadores. No preparó los partidos con la misma comodidad de sus adversarios. Antes del duelo en Chile ni siquiera pudo practicar una vez. Estuvo más pendiente de los insistentes requerimientos y exigencias de la autoridad sanitaria del país austral que del partido.

Además de las bajas por coronavirus, Teo Gutiérrez, su principal faro ofensivo, estaba a media luz. Jugó lesionado. Tocó remar contra una corriente llena de adversidades (incluidas equivocadas e injustas decisiones arbitrales y el mal uso del VAR).

Por eso, a pesar de que no se cumplieron los objetivos, Luis Amaranto Perea logra salir a flote y continuará como timonel rojiblanco. Se lo ganó con todo lo que hizo antes de que el infortunio y el Covid-19 se le atravesaran en el camino.

Después de la repentina y extraña renuncia de Julio Comesaña, Perea agarró un equipo moribundo en la Copa Libertadores, a solo tres días del partido ante Barcelona, en Ecuador, que podía sellar el acta de defunción o revivir las esperanzas de avanzar.

Junior ganó en Guayaquil y luego goleó en casa al Independiente del Valle. Aunque no logró clasificar en la Libertadores, al menos el equipo resucitó, maquilló un poco su imagen en ese torneo y obtuvo el cupo a la Copa Sudamericana como uno de los mejores terceros.

Más allá de la forma y estilo de juego, algo que le tocará cuajar cuando arme su propio equipo desde el comienzo y tenga más tiempo para entrenar, logró resultados y mantuvo a Junior en pie de lucha. Hizo méritos.