En este breve análisis sólo voy a recurrir a lo único que me genera cierta confianza argumental: la gran cantidad de partidos que veo del Barcelona (por muy poquitos, y para ser estrictamente honesto, no afirmo que son todos).
El resto de elementos de juicio que, seguramente, son mucho más determinantes en la explicación de la situación actual del club catalán y su relación con Messi, no me son conocidos, apenas consumo parte de las versiones que se publican de los diferentes flancos en esa incruenta lucha interna. Así que, elijo creer más en lo que veo, que en lo que dicen.
La relación Messi-Barcelona había sido respetada y consolidada por una fidelidad exótica en estos tiempos de rápidos traspasos e ídolos temporales. Veinte años de mutua entrega y recíproco amor. De muchos éxitos y algunos fracasos. Pero en los últimos tres años, cuando empezó Messi a ser mucho más que el Barcelona, cuando la salida de muchos de sus mejores socios, líderes y sabios futbolistas que no solo lo complementaban sino que lo mejoraban, le hicieron asumir demasiados roles (dentro y fuera del campo; reales y simbólicos) que, aún para un genial jugador como él, son una carga muy pesada y suele empujar a los equipos peligrosamente a una nociva y malsana dependencia.
Messi se transformó en el Xavi que controlaba los tiempos y los caminos que debía respetar el proceso creativo. En el Iniesta que continuaba con más habilidad y atrevimiento el desarrollo de la búsqueda ofensiva. En el Neymar transgresor que aumentaba la carga de peligrosidad de la jugada con sus inverosímiles conducciones del balón de tres cuartos hacia adelante. Y, además, mantuvo su efectivo remate al arco rival, su amistad con el gol, aterrizando en el área para finiquitar lo que metros y segundos antes él (casi) siempre había iniciado, continuado, mejorado. Y hasta en el Puyol capitán, vocero y líder emocional del Barcelona.
Messi por cuatro. Sin dudas, una evolución futbolística y personal que lo hizo mejor, pero la holgazanería táctica y exagerada actitud reverencial de los técnicos y la falta de iniciativa e indolencia de sus compañeros conspiraron para que semejante crecimiento individual no se replicara en el funcionamiento grupal. El Barcelona como equipo no enriqueció sus variantes. La autocomplacencia fue su enemigo.
La presencia del "mejor del mundo" lo hizo acomodado. Descansó impúdicamente en la genialidad de Messi. Nadie, ni siquiera Messi, es el alfa y omega del juego. Aparte, el estilo del Barcelona se fue degradando en aspectos fundamentales de su forma de jugar, como la presión en campo rival, especialmente la que ejercía al instante tras la pérdida del balón. Se fue devaluando la ocupación útil de los extremos para encarar y desbordar.
También la posesión ágil y peligrosa del balón que lo identificó y lo volvió modelo mundial y, sobre todo, fue debilitándose hasta límites inaceptables, para un equipo de élite, en su estructura defensiva que lo convirtió en un enclenque rival vapuleado con vergonzosas goleadas. Armar un equipo para Messi no es un agravio, pero que ese equipo juegue solo para Messi es inadmisible. En ese jet set del planeta fútbol el Liverpool, el Bayern, son ejemplos de clubes con grandes jugadores, excelentes técnica y tácticamente, dinámicos, intensos y con una innegociable actitud gregaria. Verdaderos y firmes
Equipos
A cualquier club que vaya Messi, o si se queda en el Barcelona, deberían construir un equipo que sea muy bueno por su funcionamiento, y mejor por Messi. Que viva con Messi y no que sobreviva por Messi. Como el Barcelona de los últimos tres años.