
Que se sienta
Ideal si se atendiera el clamor general: que se firme la paz cuanto antes, y que de una le entreguen el Nobel a Santos. O por lo menos que lo suponga así. Es que pareciera nos encontráramos como en épocas de Samper con el Proceso Ocho Mil, que por andar tan ocupado defendiéndose de los ataques y bregando a mantenerse en el poder, no gobernó. Hay consenso en que Samper contaba con el talante y la habilidad para hacer un buen gobierno, pero no pudo demostrarlo.
Igual ahora, con lo de la paz y el Nobel, se encuentra diluida la percepción que se tenía de Santos como hombre estructurado, criado y educado para ser presidente, con la experiencia que le otorgó haber sido en los más disímiles gobiernos ministro de las más importantes carteras, y con el apoyo de las élites y de la gran prensa, o sea favorabilidad total y condiciones más que suficientes para que su gobierno se destacara. Además, con fama de calculador, jugador de póker, tacador a tres bandas, nadie esperó que se desviara de su objetivo principal, cual era gobernar y continuar la tendencia ascendente que mostrábamos y sentíamos.
Por ello el clamor: con la paz y el Nobel, real o mentalmente enmuñecados, el Gobierno dejaría tanta repartidera de tan costosa mermelada; suspendería tan cuantiosa y onerosa publicidad inane, que hasta la Contaduría Nacional pauta, no se sabe para qué, como si a alguien le interesara cómo se maneja la contabilidad oficial; frenaría tanta derrochadera, economizando unos dineros que podrían resolver muchos problemas reales. Se acabaría también la preguntadera que si queremos la paz, que es algo así como si nos preguntaran, como en el programa televisivo, si queremos ser millonarios que, ¡claro que lo queremos! Pero antes se debe concursar, léase gobernar, para acertar con las respuestas que la gente necesita.
Es que el mensaje de indicadores dizque económicos con el que nos atiborran, que el IPC, que el precio del petróleo, que el dólar volátil, tanto índice no le llega a la gente del común, que significa más del setenta por ciento de la población. El pueblo no entiende de competitividad, ni de que se invierta tanto dinero en las vías 4G, o en viáticos y tiquetes a La Habana o a Wa-
shington. Lo que perciben es que el incremento del salario mínimo está por debajo del índice de inflación, que la plata no les alcanza para lo básico, que todos los días sube el precio de la canasta familiar, que son muchos los pueblos sin acueducto y, en muchas partes, por ejemplo en La Guajira, hay niños muriéndose de hambre. A ellos, la inmensa mayoría de la gente, poco les interesa en qué condiciones se firme la paz, ni le importa si a Santos le otorgan el Premio Nobel. Lo que les interesa es que sus condiciones mejoren, y que la mejoría se vea y se sienta.
Coletilla: Qué horror el calvario sufrido por Natalia Ponce De León, agredida con ácido por un desadaptado. Sigue la violencia contra la mujer, y nada de duras penas disuasivas de tan aberrantes conductas.
rzabarainm@hotmail.com
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