Show sí, pero de todos
No se trata de impedir la crítica libre en una democracia, que afortunadamente tenemos en Colombia.
El siglo XIX fue la centuria de la libertad. El XX fue el de la seguridad. Lo que llevamos del XXI podría ser la verificación de que nuestro mundo es imperfecto. La medida de las cosas parece llevarnos a resaltar que somos “la medianía”, la búsqueda permanente del error. Algo cercano a evidenciar que somos humanos y lo utópico o idílico es una superchería casi comparada con la otra víctima de estos tiempos: la religión. Nos volvimos tan mezquinos que una vacuna para salvar vidas, no gobiernos, se volvió una lucha incesante para enaltecer quién es más poderoso y quién más torpe. ¿En serio alguien tiene la receta para manejar esta pandemia? Hemos llegado a convertirnos en epidemiólogos de ocasión y expertos en manejo de protocolos públicos nacionales y locales, sin ruborizarnos. ¿Cómo hace un presidente de la República para evitar que un alcalde cirujano le ponga una vacuna a una enfermera de un hospital de un municipio?
Sin ningún temor ni autoindulgencia, deberíamos reconocer que somos unos totales ineptos frente a esta pandemia. Cada segundo desde que apareció el virus bautizado como covid-19 no hacemos otra cosa que esperar pacientemente la cifra de casos positivos y muertes que sale oficialmente hacia las 4 de la tarde. Luego, con mucha ansiedad, valoramos lo que hace el personal sanitario por salvar vidas o paliar el fallecimiento de una paciente con comorbilidades. El único apoyo cierto que nos piden para solidarizarnos con esta tragedia mundial ha sido usar el tapabocas, acabar todo el jabón del planeta lavándonos las manos y mantenernos, como decían las abuelas cachacas, “más bien de lejitos” de los otros mortales. ¡Algunos ni siquiera esto cumplen!
Desde diciembre cuando el gobierno anunció la compra de las dosis de Pfizer para evitar mayores males luego de la infección y bajar la respectiva tasa de mortalidad, la incesante conversación en las redes sociales se convirtió en el escenario donde se busca encontrar el traspié, el desliz de algún funcionario para dejar de lado lo mágico que debería representar que un solo ser humano pueda poner su brazo para recibir esta fórmula que unos sabios concibieron. Para estos “genios” del mundo paralelo de Twitter, Facebook o Instagram el manejo de esta monumental crisis se convirtió en la pavimentación de un camino unificado por sus broncas irresolubles que navega en sinuosas vías digitales donde siempre gana el aguafuerte de la ofensa, la chabacanería o las comparaciones insensatas con otros países que afortunadamente lo están haciendo mejor.
No se trata de impedir la crítica libre en una democracia, que afortunadamente tenemos en Colombia. Tampoco de evitar el legítimo derecho de la oposición a debatir las posturas o iniciativas del partido en el poder. Lo real es que una enfermedad que no estaba en el plan de gobierno de ningún presidente del mundo, incluido Colombia, nos inoculó el derecho a reivindicar nuestra perfección en detrimento de los esfuerzos que en democracia realizan los imperfectos de turno que por desventura les tocó estar al mando.
@pedroviverost
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