La comisión de delitos y crímenes aumenta exponencialmente, colapsando la capacidad de los centros de reclusión. El sistema penitenciario no cuenta con la estructura necesaria para garantizar la seguridad y la permanencia en condiciones dignas de quienes han sido privados de su libertad y deben cumplir una pena. Las cárceles, más que ser un lugar para la detención y la resocialización, se han convertido en centros de violación de derechos humanos, ya que el sistema penitenciario ha sido infiltrado por la corrupción.

Nada más dañino para una sociedad que un sistema penitenciario frágil, permeado por la corrupción y que permita la violación de los derechos.

Es imperante para el establecimiento de la democracia, La Paz y la justicia, que los delincuentes deban estar en cárceles de máxima seguridad, lejos de la sociedad a la que tanto daño le han hecho y no en sus casas reorganizando empresas criminales, reubicando el poder en testaferros, hijos y parientes, que continúan perpetuando el maligno poder!

Desde las cárceles se realizan llamadas extorsivas, se organizan fiestas, se permite el ingreso de armas, celulares y sustancias prohibidas, sin olvidar que en las luchas por el poder y control de los centros penitenciarios se han presentado asesinatos de directores que han intentado imponer el control y el orden. Una de las necesidades más apremiantes para Colombia es realizar una reforma al sistema penitenciario, que incluya la construcción de complejos carcelarios de máxima seguridad que garanticen la dignidad humana y una verdadera resocialización de los condenados.

Medidas extremas como las implantadas en El Salvador, por el presidente Nayib Bukele, las cuales han sido consideradas por organismos internacionales como un acto de violación a los derechos humanos, pero, a pesar de si violan o no los derechos humanos fundamentales, los índices de criminalidad en El Salvador se han reducido considerablemente. ¿Podrá Colombia mejorar su seguridad implementando una radical reforma al sistema penitenciario?

Solo lo sabremos si se toma la decisión, mientras tanto, tendremos que seguir soportando los altos niveles de delincuencia, sicariato, y qué decir de los criminales de cuello blanco que, utilizando el poder y la corrupción, se apoderan de los recursos del Estado que deberían resolver las necesidades básicas de los más vulnerables.