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Perra, estética y ética

Tal como los reguetones, por más letras obscenas, feas y misóginas que tengan, pareciera tienen por destino coronar en el “Hitparade” sin causar reproche alguno, tras uno malo sale otro peor, con la seguridad que no pasa nada, porque la sociedad no reacciona, está enferma la han enfermado y se encuentra en estado terminal, razón suficiente para aceptarlo todo como si fuera normal.

Perra, último video canción de J Balvin, se convirtió en la más reciente agresión misógina, de la cual no nos acostumbramos como producto del perreo reguetonero. El problema en definitiva no es el reggaetón como género musical, pues de alguna manera niños, jóvenes, viejos y ancianos, dispolíticafrutan por igual sus melodías, solo en la medida que no escuchen detenidamente sus letras, en su gran mayoría canallas con la mujer, antiestéticas y carentes de ética.

La actividad política de los últimos años se ha convertido en un mal reguetón, en un perreo o perrateo, anti estético, sin principio ético abiertamente constitutivos de una afrenta nacional. No hay control político, social ni judicial, que le ponga coto a los más altos delincuentes de “cuello Blanco”, representantes de todas las instituciones estatales y sectores políticos, quienes día tras día históricamente han propiciado toda clase de escándalos, imbricados de venalidad y corrupción. 

Tal como los reguetones, por más letras obscenas, feas y misóginas que tengan, pareciera tienen por destino coronar en el Hitparade sin causar reproche alguno, tras uno malo sale otro peor, con la seguridad que no pasa nada, porque la sociedad no reacciona, está enferma la han enfermado y se encuentra en estado terminal, razón suficiente para aceptarlo todo como si fuera normal.

Lo mismo sucede con la clase política, luchadora incansable para lograr sus propios objetivos, atropellando sin rubor alguno tanto la estética como la ética, no les importa absolutamente nada diferente a obtener su logro.

Es que la estética, de manera más amplia, se entiende como el estudio de las experiencias estéticas y los juicios estéticos en general. Es decir, va mucho más allá de lo relativo con la belleza. 

Entonces, ​es claro que nuestra clase política adolece de un comportamiento estético en todas las acepciones del término, su experiencia y juicios políticos son faltos de estética, como también lo son sus productos, léase decisiones, normas o trazo de políticas públicas. Por supuesto por igual son horriblemente antiestéticas desde el punto de vista de su “belleza”. 

La ética por su lado es el estudio filosófico de la conducta humana. Aristóteles en los tres tratados morales fija su naturaleza en tres aspectos claves: bien, libertad y conducta.

Infortunadamente para la nación su clase política carece del sentido y valor del bien común, no sabe actuar bien, no conoce hacer las cosas bien y su función no la desempeña bien. De igual manera, se extralimita en la libertad que le otorga el pueblo para gobernarlo, emplea todas las artimañas posibles en ejercicio de sus competencias para mutilar las libertades y bienestar del pueblo que los eligió. Ni que decir de su conducta, la misma cabalga permanentemente sobre los lomos de los códigos penal y disciplinario único, pero no pasa nada, todo está estático, no hay un cambio significativo. Todos se arropan bajo la misma sabana de impunidad y desvergüenza.  En conclusión, a la clase política colombiana le falta ética.

 

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