En una ocasión, frente a un grupo de estudiantes de escritura de la Universidad de Columbia, la misma casa de estudios que abrió sus puertas en 1949 al joven e impetuoso Álvaro Cepeda Samudio, Borges encandiló a un novísimo auditorio, ávido de descubrir la entonación de su propia voz, con la compleja simplicidad de una premisa: «Ser un escritor es, en un sentido, ser el que sueña despierto». El próximo año, cuando se cumplan cincuenta años de la prematura muerte de Cepeda y sesenta de la publicación de esa resplandeciente joya que es La casa grande, el sueño dirigido del que hablaba Borges será una realidad y tendrá una más honda significación en Barranquilla.

El Ministerio de Educación Nacional acaba de otorgar el registro calificado a la nueva Maestría en Literatura y Escrituras Creativas de la Universidad del Norte, un novedoso programa —el primero de su tipo en América Latina y el mundo hispánico—, que posibilita la convergencia de los estudios literarios con un modelo de escritura enfocado en la creatividad.

Así, profesionales de todas las disciplinas podrán formarse como investigadores-creadores en literatura y generar conocimiento en el campo amplio de las humanidades, las artes y las ciencias sociales. Al reconciliar la crítica con la creación, los estudiantes podrán explorar diversos géneros como la poesía, el cuento, la novela o los guiones cinematográficos y adquirir las herramientas y destrezas necesarias para adentrarse con paso seguro en las obras, comprenderlas, explicarlas e, incluso, producirlas.

Este programa innovador, que combina virtualidad y presencialidad, permite estudiar desde el Caribe campos tradicionalmente separados en Colombia, articulados en una sola Maestría de corte investigativo. Lo cual, a todas luces, enriquece el análisis y proporciona una visión más amplia de la literatura, en tanto producto cultural. Cabe resaltar, asimismo, la vocación de apertura que posee el programa. Cercana a la idea que expresa Germán Espinosa en su ensayo Caribe y universalidad. Porque si todas las culturas del planeta han deambulado por los predios de Hurakán, el Caribe tiene derecho a participar del universo. A leer a Marvel Moreno y a Chamoiseau, al viejo Fuenmayor y a Franz Kafka, a Tagore y a Gómez Jattin.

En lo que respecta a los estudios literarios, el propósito consiste en sentar las bases de una nueva crítica, lúcida, independiente y profesional. Capaz de reescribir con belleza y eficacia, más allá de la ilegible jerigonza de los académicos, la historia fraudulenta de las letras nacionales. En cuanto a las escrituras creativas, el objetivo apunta a la profesionalización del escritor. Uno reflexivo y crítico, a la manera del poeta doctus del que habla Rafael Gutiérrez Girardot, que sepa conjugar la poesía y la teoría, que conozca los materiales y las fuentes de la cultura, la literatura, la filosofía, la historia, y que sea capaz de disponer de estos recursos para adelantar su tarea: la reconstrucción ficcional del mundo.

Mientras pienso en el admirable legado de los discutidores del Grupo de Barranquilla, forjado en mesas de bar y tiendas de fritos, vuelvo a las palabras del gran ladrón del fuego a los alumnos de Columbia.

—«Lo que una gran universidad debería ofrecer a un joven escritor es precisamente eso: conversación, discusión, el arte del acuerdo y, lo que es acaso más importante, el arte del desacuerdo.