Fue tan sorpresivo como positivo para Barranquilla el anuncio de la ministra de Transporte, Ángela María Orozco, el pasado 7 de agosto, sobre la apertura de la licitación pública para la construcción de dos viaductos que suman más de 8 kilómetros de longitud en la esquiva autopista a Ciénaga. El argumento técnico para defender la necesidad de este par de viaductos ha sido siempre el de la protección de la nueva autopista contra el embate del mar que cada vez se ha acercado más y de manera peligrosa a la carretera actual, con el riesgo de destruirla. El gobierno central financiaría este par de viaductos con un costo estimado de $700.000 millones. Quedaría por resolver la financiación del resto de la vía, que serían unos 55 kilómetros de autopista, porque los recursos de regalías del departamento del Magdalena para los primeros 3.6 kilómetros entre el puente Pumarejo y el peaje de Palermo los engavetó el gobernador Carlos Caicedo. Así mismo, avanza a paso de tortuga, muerta, la construcción de la tan famosa como misteriosa Variante de Ciénaga, anunciada para construirse en dos etapas entre la autopista Ciénaga – Santa Marta y el peaje de Tasajera. Pero de esos trabajos no se ha vuelto a saber más nada.
Como mi imaginación vuela, apenas leí el anuncio de la ministra me sentí ya conduciendo mi Nissan por ese par de viaductos con el mar Caribe de un lado y la Ciénaga Grande del otro. ¡Del carajo! Pero enseguida me asaltaron las dudas y mi mente se puso a dar vueltas. El bello puente Pumarejo tiene 3.2 kilómetros y costó unos $800.000 millones. Ese par de viaductos suman 8 kilómetros y costarán $700.000 millones, sumando en total $1.5 billones para 11,3 Km. El puente ya está construido y los dos viaductos, “picando en punta” antes que la construcción de la autopista de 63 kilómetros, que es lo que menos vale por cada kilómetro construido. ¿Sería ese el orden cronológico en cualquier país en el que se emplee la lógica y el sentido común? Pero como a caballo regalado no se le miran los dientes, ¡bienvenidos los dos viaductos! Y entre más rápido mejor.
Sin embargo, me queda una duda y por ese motivo presenté hace más de un año a algunas entidades locales, departamentales y nacionales una propuesta que también reseñé en pasada columna. La duda es, ¿por qué el embeleco de que solo con viaductos podemos defender del mar a esa vía? La razón que han aducido es que como está ahora el mar la amenaza continuamente. Y la pregunta obvia sería: ¿Quién sería tan bruto para construirla igual que la actual? No se necesita ser ingeniero para saber que si se elevan las calzadas de una nueva autopista, 2 o 3 metros sobre el nivel de la actual calzada, en los tramos afectados, y se construye una barrera de enormes rocas, no hay mar que las pueda vencer. Así lo hicieron los holandeses con su famoso dique Afsluitdijk de casi 40 kilómetros y dominaron el bravísimo mar del Norte, y así lo hicieron aquí hace unos 90 años con los tajamares de Bocas de Ceniza, y con estos tajamares de roca prolongaron el caudaloso Magdalena 4.7 kilómetros mar adentro. Y ahí están, sin mantenimiento ni nada. ¿Entonces? Como mi plan no es el de aguafiestas, sino que quiero que esa autopista se construya y se ponga en servicio lo más pronto posible, y obviamente que enrocar es muchísimo más económico que los dichosos viaductos, mi propuesta hoy es que inviertan los $700.000 millones que anuncia la ministra, pero en la autopista. ¡Y listo!
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