
Davos
El impacto de estas noticias sobre los mercados financieros ha sido notorio. Las tasas de interés para los bonos a mediano y largo plazo ya han empezado a bajar, y hay apetito por los papeles de emisores como Colombia. De hecho, quienes compraron papeles del Gobierno colombiano en octubre pasado –el momento de mayor caída de su precio– ya han obtenido una jugosa utilidad.
Terminó la reunión del Foro Económico Mundial, en Davos. Al contrario de lo que se pensaba semanas atrás, la posibilidad de una recesión global no fue la protagonista principal –diría que ni siquiera un actor de reparto.
¿Por qué desapareció de pronto el fantasma de una crisis económica? La primera explicación tiene que ver con el cambio de 180 grados en las políticas frente al covid-19 en China y con la magnitud de la reactivación que se espera. Sin restricciones de la movilidad –solo esta semana de celebraciones del Año Nuevo chino habrá 8.000 millones de desplazamientos al interior de ese país–, la demanda global de petróleo tendrá en 2023 su récord histórico, lo cual significa que será otro año de precios altos, muy posiblemente por encima de los 90 dólares por barril. Esta es, sin duda, una buena noticia para Colombia, donde, pese a todo lo que se diga, el petróleo sigue dando la pauta de lo que pasa en la economía.
Otro motivo para el optimismo es el descenso de la inflación en Estados Unidos. Aunque se espera que la Reserva Federal suba la tasa de interés en 25 puntos básicos en marzo, y quizás otros 25 a mediados de año, ya serán los últimos incrementos. Muy pronto se estará hablando del descenso de las tasas. Lo más importante es que la probabilidad de una recesión en la mayor economía del mundo es ahora muy baja, por no decir que nula, cuando hace pocas semanas había un margen no despreciable de duda.
El impacto de estas noticias sobre los mercados financieros ha sido notorio. Las tasas de interés para los bonos a mediano y largo plazo ya han empezado a bajar, y hay apetito por los papeles de emisores como Colombia. De hecho, quienes compraron papeles del Gobierno colombiano en octubre pasado –el momento de mayor caída de su precio– ya han obtenido una jugosa utilidad.
En condiciones normales, altos precios del petróleo y menores primas de riesgo país sugerirían que la economía colombiana podría tener un mejor desempeño del que se esperaba hasta hace relativamente poco. De hecho, en el escenario global actual, el producto podría crecer más de 2 % en 2023, y la tasa de cambio, continuar su tendencia descendente hasta ubicarse por debajo de los 4.500 pesos por dólar.
Pero ¿será así? Todo depende de lo que haga –o deje de hacer– el Gobierno. Para aprovechar los mejores vientos que soplan en la economía mundial, es indispensable no crear vendavales internos por causa de malas decisiones o, lo que es peor, de anuncios desarticulados e innecesarios.
En las semanas que vienen se presentarán una enorme cantidad de proyectos de ley cuyos detalles aún no se conocen. Si no se hace bien, la reforma pensional podría volver a generar movimientos al alza en el dólar y en el costo del financiamiento para el país. Y en el caso de la salud, una mala reforma –una reforma que acabe con las EPS– no solo le haría mucho daño a la población, sino que acabaría afectando la gobernabilidad, pues me atrevería decir que partiría en dos el actual gabinete y acabaría con la coalición en el Congreso.
Ante tantas dudas, el Gobierno debería aprovechar la anunciada adición presupuestal para contrarrestar el daño que se puede causar en los demás frentes. Una forma de hacerlo es ser más papista que el Papa en materia fiscal y no utilizar la totalidad del recaudo tributario adicional que se espera, y que se estima en 20 billones de pesos. Lo prudente en las condiciones políticas y económicas actuales sería guardar cartuchos para periodos menos boyantes –que seguro llegarán– y, además, acelerar las condiciones que permitan recuperar el grado de inversión.
Esto también ayudaría a bajar la inflación, que es hoy la principal preocupación. Pensar que este problema se va a resolver por medio de medidas administrativas –como el no aumento de los peajes– es un gran error. Además, de paso –y quizás sin querer queriendo–, el manejo de los peajes puede ser un golpe de gracia al modelo de asociaciones público-privadas, que después de muchos años de frustraciones en el sector transporte es el que ha permitido el mayor avance en toda nuestra historia.
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