A raíz de la eliminación del Junior de las dos más importantes competiciones en las que aspiraba a ser campeón, se hicieron visibles, una vez más, la ciudad se sumergió en la vorágine de comentarios, juicios y búsquedas de culpables.
Abundaron las ambiguas declaraciones de Julio Comesaña: que me quedo, que mejor me voy, que no renuncio, que doy un paso al costado; las infidencias cardíacas y de trastornos del sueño ventiladas por el propietario del equipo luego de las series perdidas ante Flamengo y América; los anuncios del alcalde, quien a veces también habla como accionista –lo es–, acerca de contrataciones y despidos.
Es extravagante que entre los dedos acusadores que se levantaron de nuevo para señalar a los culpables, casi siempre argumentando razones extradeportivas, un sector muy respetable de expertos haya enfilado sus baterías en contra de una sola persona, de un jugador que, según su parecer, fue el único responsable de la debacle. Y quién más iba a ser que Teófilo Gutiérrez.
Siguiendo los desordenados métodos de los chismosos de cocina, muchos continúan afirmando que los supuestos devaneos amorosos del delantero barranquillero con mujeres de otros futbolistas, hicieron que el equipo perdiera las semifinales de la Copa Suramericana y la liga local. Incluso, medios nacionales cayeron en la trampa de citar testimonios imposibles de verificar publicados en un portal fantasma acerca de un encuentro sexual producto del chantaje, de un matrimonio arruinado y hasta de las minucias fisiológicas de las partes pudendas del acusado. (Como era de esperarse, los implicados se han apresurado a desmentir esa información). De manera que el traspié deportivo del Junior se ha convertido en un morboso sainete, indigno de un equipo grande, de una ciudad importante y de una afición que se merece mucho más que libretos de pésimo gusto.
No señores. El Junior perdió sus clasificaciones en la cancha, por detalles puramente deportivos y en partidos muy parejos. No señores, la campaña del equipo de Barraquilla no puede considerarse como un fracaso estrepitoso, porque hacer unas inversiones nada extrañas para una institución de su envergadura no garantiza títulos en seis meses.
No señores, es ridículo el argumento del defensa que falla en un cierre ante un rival, o del volante que no releva con eficacia a su lateral proyectado al ataque, porque dizque están desmoralizados a causa de los mensajes de texto que envió un compañero.
No señores, en estos tiempos un equipo profesional de fútbol no es un jardín infantil incapaz de sobreponerse a cualquier conflicto personal entre algunos de sus miembros; por el contrario, está compuesto por adultos que ganan mucho dinero y que están obligados a trabajar con integridad y responsabilidad.
No señores, a pesar de las malquerencias de los chismosos, Teófilo Gutiérrez, uno de los más grandes jugadores de la historia de este país, e indiscutiblemente el mejor de nuestro mediocre torneo doméstico, es uno más de los muchos responsables deportivos, y solo deportivos, de que no se ganaran dos de los tres títulos que se pretendían para esta temporada.
No señores, pónganse a ver más fútbol y menos telenovelas.
@desdeelfrio