Somos la generación que no lee, y esto no es una opinión, es una certeza. Según la Cámara de Comercio del Libro, en promedio en este país una persona lee 2,7 libros al año, y si se sectoriza solo midiendo a la juventud el número desciende. Lo peor de todo es que este es el promedio de pandemia, que está más elevado que el que ha sido el usual en los últimos años (ni siquiera alcanzábamos el primer dígito), ya que las personas, debido a las medidas de confinamiento, han tenido menos opciones para entretenerse en las horas de ocio. Y lo otro peor de todo es que leemos la mitad de lo que se lee en otros países de Latinoamérica, pues según las cifras, en naciones como Chile y Argentina, entre otros, el promedio anual es de cinco libros. No es gran cosa, pero es al menos un número un poco más alentador.
Y es que el problema de no leer repercute mucho en cómo somos como sociedad, en cómo pensamos, inclusive en la manera como juzgamos. Leemos titulares y nos quedamos con lo amarillistas que algunos de estos pueden llegar a ser, en vez de leer el contenido y nutrirnos de información para poder realmente formar una opinión. Leemos trinos en Twitter y hasta nos entretenemos con los hilos de comentarios, pero no confirmamos que lo que se diga sea cierto. Leemos por encima y cancelamos profundamente, en eso nos hemos convertido.
Es por esto que es importante que tanto en los colegios como en las familias se haga un énfasis grande en la lectura, y que lo tomen como una de las misiones más fundamentales en materia de educación. Es vital lograr que tanto en los niños como en los adolescentes y adultos contemporáneos se genere este hábito. Es de suma prioridad lograr que las futuras generaciones no se vuelvan todavía más flojas ante las letras, sino que tengan como parte de su rutina leer a diario. Y para ello, hay que comenzar por tener al alcance de la mano libros del interés del estudiante o del hijo, porque para poder crear una afición no debe interesarnos al comienzo tanto el contenido, como el acto en sí. Porque el problema en este punto no es qué tipo de libros estén leyendo, sino que pocos ya tienen la costumbre de hacerlo.
Educar a un lector requiere de tiempo y dedicación, pero me atrevo a decir que de lograrse no solo prepara a una persona para la vida y le proporciona las herramientas necesarias de conversación que divide a los líderes de los seguidores, sino también logra hacer cambios sociales a futuro. Si lees un libro, lees noticias. Si lees noticias, nutres tu opinión con argumentos y no tragas entero como se suele hacer constantemente. Si nutres tu opinión con argumentos sólidos y no tragas entero como se suele hacer constantemente, estás a un paso más cerca de verdaderas transformaciones.
Es necesario ir un paso más allá de lo que el algoritmo de nuestro celular quiere que vayamos, porque la realidad es que todos nos estamos quedando con lo que unos cuantos caracteres en una red social nos proporcionen. Y es así como poco a poco nos dividimos más, y creamos menos consensos.
Porque no hay nada más peligroso que una persona que sin leer, sin informarse y sin saber, opine. Porque no hay nada más peligroso que una opinión sin fundamento se viralice.