El país está atravesando momentos de incertidumbre asociados a los vaivenes del clima y a cierto grado de improvisación general. La falta de lluvias, que no debió sorprendernos, tiene a la mayoría de los colombianos rezándole a San Pedro y haciendo malabares con el grifo. Tal parece que, en el futuro cercano, el suministro de agua y de energía eléctrica dependerán de la benevolencia de los cielos, en tanto las estructuras de contingencia con las que contamos (es decir, las generadoras térmicas y el sistema de embalses) están llegando a su límite. Ya hay una ciudad importante, Bogotá (nada menos), que se vio obligada a imponer un racionamiento. Las demás miran y toman nota.
Barranquilla, sin embargo, tiene una situación de ventaja: el acceso a una fuente de agua extremadamente confiable.
Si bien no hay mucho que podamos hacer frente a una escasez de energía eléctrica, que sufriremos en coro con el resto, nuestra ciudad no tiene riesgos importantes de desabastecimiento de agua. Salvo un desajuste climático de proporciones apocalípticas, o un acontecimiento que destruya la infraestructura de tratamiento y distribución, aquí no debemos tener ningún problema, y eso es una fortaleza que resulta mucho más notoria en una situación como la que se está viviendo.
Nuestro acueducto se nutre del agua del río Magdalena, y no de un reservorio con cantidades limitadas del líquido. Las cifras son contundentes: el río, a pesar de que hoy está con niveles bajos, tiene un caudal de 2 000 m³ por segundo y el acueducto consume 8 m³, menos del 1%. Además, el agua que no usemos estará en minutos en el mar Caribe, es decir, no ponemos en riesgo a ninguna población, ni a ningún sistema vital con nuestras acciones. Es incómodo afirmarlo, sobre todo frente a otras zonas que sí pasan por serios problemas, pero ciertamente la ciudad tiene la posibilidad de consumir toda el agua que necesite. Eso sí, se deberá estar atentos a los cambios en el comportamiento del río, que pueden suponer desafíos para los mecanismos de captación, un asunto que desde Triple A parecen estar siguiendo con cuidado.
Lo anterior no quiere decir que sea prudente despilfarrar agua, desde luego la cultura del ahorro siempre será recomendable y deberá estimularse con empeño. Eso no se debe descuidar. Pero es innegable que, como ventaja comparativa, Barranquilla puede ofrecer una gran confianza en el suministro de agua potable a sus ciudadanos, a su industria y comercio, una condición que empieza a ser cada vez más apetecible y que quizá logre marcar diferencias notables antes de lo que pensábamos.
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