El mes pasado se cumplieron diez años desde que publiqué mi primera columna en este espacio. Fue un escrito que advertía sobre las inconveniencias de la adopción de una medida del tipo «pico y placa», dado que algunas voces la estaban exigiendo con cierto empeño. Menos mal triunfó la sensatez y hasta hoy no se nos ha ocurrido implementar ese embeleco.

Como sucede con cualquier ejercicio antológico, la revisión de aquellas columnas iniciales, además de atestiguar la positiva evolución de nuestra ciudad y su entorno, reveló algunas circunstancias que evidencian la persistencia de algunos problemas. Puede incluso motivar algún grado de asombro descubrir que llevamos al menos una década sin dar pasos decididos en la solución de asuntos tan neurálgicos. La siguiente relación no exhaustiva recopila asuntos que siguen sin avances significativos:

Hace diez años nos anunciaron que tendríamos un gran parque público en los terrenos que hoy ocupa el Batallón Paraíso (sin progreso de ningún tipo); pusimos la primera piedra para la nueva sede la alcaldía en La Loma (¿dónde estará esa piedra? ¿se la habrán robado? ¿habrá sido devorada por la manigua? Deberíamos rescatarla y enviarla a un museo); insistíamos con la idea de un tren regional que uniese las tres ciudades más importantes del Caribe colombiano (pero no hemos podido terminar las carreteras de doble calzada que servirían para lo mismo); y nos aseguraron que la instalación de taxímetros era inminente (nada de nada).

Hace diez años sufríamos por las quemas ilegales en los predios del parque Isla de Salamanca (y seguimos, con envidiable constancia); nos advertían sobre la inminencia de un racionamiento de agua en municipios cercanos (y en esas estamos, como si la historia no nos enseñase nada); las fallas eléctricas afectaban los servicios públicos (los semáforos y el bombeo de agua potable siguen dependiendo del suministro de energía, sin respaldos adecuados); y el transporte público no constituía una opción razonable para los dueños de carros particulares (de hecho todo el sistema ha empeorado en algunos aspectos).

Como lo mencioné al principio, no todo son malas noticias. Barranquilla y el Atlántico han mejorado en muchos aspectos y, en mi opinión, su oferta de espacios públicos, parques, escenarios deportivos y dotación institucional es mejor que hace una década. Sobre esos avances también ha quedado constancia en mis escritos.

Es lo bueno que tiene el compromiso con una columna semanal, que con el paso del tiempo funciona como una detallada bitácora. Agradezco a los lectores que me han acompañado en este recorrido, y espero que todavía les quede ánimo para continuar visitando este espacio por varios años más.

moreno.slagter@yahoo.com