Escuché varias veces el rumor. Amigos y conocidos aseguraban que Shakira haría una aparición sorpresa el pasado viernes, durante la noche de coronación de la reina del carnaval. Había pistas. Me contaban que la ilustre cantante llevaba varios días sin publicar nada en sus redes sociales, donde también se podía ver que su ubicación geográfica señalaba a esta ciudad. Alguien llegó a decir que un amigo cercano a la reina, socio o dueño de una empresa de vuelos chárter, había conseguido los aviones para traer a la artista. Supe que varias personas terminaron armando plan de última hora porque no podían perderse semejante ocasión. Shakira venía a Barranquilla.
La expectativa en la noche de coronación era importante. Me cuentan, yo no asistí, que en diferentes momentos parecía que la cosa era cierta. Algún anuncio, unas luces apagadas, el inicio de cierta canción, desataban una anticipación tremenda que era correspondida con continuas decepciones. Con el avance de la madrugada se terminó desvaneciendo la esperanza, aunque no debió faltar el que se aferró a ello hasta el final, cuando ya clareaba el horizonte. Por si acaso, el espectáculo ofrecido estuvo a la altura, cuidado y con gran nivel, no hay nada que reprocharle a la organización. Lo de Shakira es anecdótico.
Es llamativo comprobar cómo los filtros de la incredulidad a veces terminan superados con relativa sencillez. El asunto no es nuevo y no se le puede achacar necesariamente a la conectividad contemporánea. Ya en 1938, la transmisión en Estados Unidos de una radionovela basada en La guerra de los mundos, de H.G. Wells, desató un pánico considerable entre su audiencia. En aquel momento, mucha gente se convenció de que se estaba llevando a cabo una invasión marciana, y no faltó el que se preparó para huir o para enfrentar a los extraterrestres. Con un giro más dramático, y más cercano a estas tierras, algo similar ocurrió en 1949 en Ecuador. Radio Quito transmitió otra adaptación de la novela de Wells y de nuevo se desencadenó el caos, repitiendo el evento estadounidense. Lo triste es que el asunto tuvo consecuencias indeseables: cuando los ciudadanos supieron que todo era una ficción, indignados, decidieron prenderle fuego a la sede de la emisora, lo que motivó el fallecimiento de cinco personas y un estado de conmoción general en la capital ecuatoriana.
Desde luego, nada de eso se compara con el rumor de la visita de Shakira, que incluso tiene su toque de chanza asociado al carnaval. Sin embargo, es un buen recordatorio del poder que tienen los rumores, de lo fácil que se propagan y de la importancia del escepticismo.
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