Hace un par de meses la administración distrital comenzó la ejecución del proyecto denominado Transformación del Entorno Urbano (TEU), que pretende, entre otras cosas, mejorar las condiciones de movilidad de los barranquilleros. Aunque la mayoría de las veces que se plantean conversaciones sobre ese tema (la movilidad), el foco de atención suele derivar hacia las tribulaciones que acosan la circulación de los vehículos motorizados, conviene recordar que las personas se mueven por la ciudad de diferentes maneras, no siempre sobre un motor de combustión interna o de un artefacto eléctrico. Por ese motivo debe comprenderse que las mejoras propuestas en la iniciativa de la TEU sobre los andenes, el espacio público y sus usos complementarios son, en esencia, actuaciones que impactan de manera positiva las condiciones de movilidad de todos los ciudadanos y no solamente las de los peatones y ciclistas.
Inicialmente el proyecto se está ejecutando en dos tramos de la carrera 53, entre las calles 80 y 82 y entre las calles 85 y 87, sectores mixtos, de uso residencial y comercial, por lo tanto, complejos y de difícil resolución. Una interesante prueba para las bondades del diseño y la capacidad de gestión de sus responsables.
Además de los previsibles retos técnicos, sobre todo en cuanto a los aspectos que involucran el manejo de las redes de servicios, los mayores problemas para la implementación de la TEU se relacionan con las reacciones de los vecinos frente a la modificación de las plazas de estacionamiento. Mediante la reordenación de toda la franja de espacio público el proyecto necesariamente reduce esas plazas, lo cual despierta naturales prevenciones que provienen especialmente desde los establecimientos comerciales. Unos reclamos comprensibles que deben atenderse con sensibilidad y pragmatismo.
Nuestra ciudad es hostil con el peatón, con los ciclistas, y en general, con todo aquel que no disfrute del privilegio de poder moverse en un vehículo particular. Uno de los gestos más explícitos, evidencia de esa hostilidad, puede ser comprobado a diario por aquellos que caminan frecuentemente por el entorno urbano. Me refiero a la repetida interrupción de la continuidad de los andenes, bien sea por cambios de nivel que se solucionan con incómodos escalones, hasta el escenario más lamentable, que se observa cuando el andén se cruza con una rampa de acceso a un parqueadero. En esos casos se prioriza siempre al vehículo, obligando al peatón a practicar diversas peripecias para seguir su camino, muchas veces exponiéndose al salir a la calzada o al enfrentar peligrosas pendientes. ¿Han visto alguna vez desniveles bruscos, derivados de decisiones de diseño, en la mitad de una calle vehicular? Seguramente la respuesta será negativa. Entonces, si se pueden construir vías uniformes ¿por qué no andenes uniformes? Todo por el afán de extender una especie de alfombra roja (o gris concreto), para que su majestad el vehículo se moleste lo menos posible.
Hay motivos de sobra para acompañar las obras del TEU, que no estarán exentas de incomodidades, pero que a la larga nos beneficiarán a todos. Una ciudad amable con el peatón y el ciclista será siempre un buen lugar para vivir.
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