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Opinión

Los herederos

Así como se hereda la casa de la familia, o el mobiliario, o el negocio, o la finca, bienes que se transmiten de generación en generación, en Colombia es una vieja usanza la de los cargos políticos y las representaciones partidistas que a pesar de su naturaleza pública, se heredan como bienes privados.

En la lista de aspirantes a las curules del Congreso, publicada la semana pasada, los apellidos no aparecen en escudos nobiliarios como sucedía con los señores feudales, sino en expedientes judiciales. Esa es una diferencia con aquella remota historia de poderes locales. Se trata de poderes delegados desde una cárcel o de entre afanes judiciales. 9 son allegados al acusado, 9 son hijos, 3 son hermanos, 3 son de la familia de políticos procesados, o en prisión por delitos que en una sociedad decente provocarían una reacción defensiva, porque nunca fue bueno el gobierno de los delincuentes.

El mayor número de estos encausados, 8, tiene que ver con el paramilitarismo, cuatro con alguna forma de saqueo a los dineros públicos; otro está condenado por asesinato; tres tienen dares y tomares con el cartel de la toga y cuatro, al menos, con los sobornos de Odebrecht.

Estos delitos, desde luego no son de una familia, sino de individuos concretos; el carácter de delincuente no se hereda con el apellido ni se contagia por proximidad alguna, son hechos que alegan los que de alguna manera defienden esa práctica nacional de los herederos políticos.

Es usanza de nuestra nación, reitero, porque otras sociedades con más fino sentido democrático y defensivo, declaran la muerte política para los delincuentes y aplican mecanismos que imponen a los noveles políticos las mismas normas válidas para cualquier ciudadano; por ejemplo, la de hacer política en lugares distintos a los que fueron escenario político del delincuente.

Por la falta de esas medidas de legítima defensa social contra los herederos de los feudos políticos, los delincuentes aspiran a seguir en el Congreso en cuerpo ajeno. Así ha sido, así es, ¿y así será en la historia de mañana?

Esto ocurre porque hay una intensa manipulación de los electores, de modo que los electorados se mueven con el ritmo resignado de los grandes rebaños. Los movilizan las dádivas que el clientelismo ha creado: becas, puestos, mercados, materiales de construcción, un almuerzo, etc. Son electores que no piensan, solo negocian su voto aunque un delincuente resulte favorecido.

Esto ocurre, porque para los partidos que avalan a los candidatos solo cuentan los votos; el bien público no figura en la agenda de los directorios y, desde luego, lo de la dignidad es un concepto anacrónico y poco práctico.

Con las brillantes excepciones de los medios que denunciaron y les hacen seguimiento a los herederos, son más los que abandonaron la información y abrazaron la propaganda; dejaron de producir información válida para cualquier ciudadano y dirigen su acción a los copartidarios para estimular sus odios, sus adoraciones y sus intereses.

Son las razones que explican por qué el Congreso Nacional podrá estar controlado desde las cárceles a través del cuerpo ajeno de los herederos.

Jrestrep1@gmail.com
@JaDaRestrepo

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