Colombia mantiene actualmente según cifras del última Encuesta Nacional de Calidad de vida un déficit de vivienda de 31%, es decir que, de cada 100 hogares en el país, 30 habitan en viviendas que tienen alguna deficiencia estructural, de espacio, servicios públicos, calidad en los materiales, etc.

Sin embargo, con el ánimo de mejorar las condiciones habitaciones de los hogares colombianos, desde hace más de 10 años, el Gobierno Nacional ha impulsado programas de vivienda gratuita (PVG), otros que involucran subsidios a la demanda (Mi Casa Ya- MCY) y cobertura a la tasa de interés de los créditos hipotecarios (FRECH II).

Las evaluaciones publicadas más recientes sobre los impactos de estos programas muestran resultados destacados en beneficio de la calidad de vida de los hogares frente a la situación que les hubiese toca experimentar en ausencia del programada.

A grandes rasgos, entre los hallazgos principales resalta el hecho de la permanencia en la vivienda adquirida, que para el caso de los beneficiarios del PVG alcanza a ser del 86% y para los beneficiarios de mi MCY es incluso superior hasta un 94%, lo que refleja un mayor disfrute que se vincula con la oportunidad de estos últimos hogares de escoger y seleccionar a su gusto el proyecto y la vivienda en la cual desean vivir.

Este resultado es importante en comparación con la tasa de aprovechamiento alcanzada por otros programas similares en países en desarrollo donde solo alcanza a ser del 31% y hasta 66% en el mejor de los casos.

La razones encontradas para justificar tal nivel de aprovechamiento se encuentra sustentado en la cercanía que la relocalización de estos hogares ha significado para el acceso a una variedad de bienes públicos como: escuelas, universidades, vías de transporte, paraderos de buses, bancos, iglesias, y jardines infantiles, que les ha permitido superar los impactos negativos que trae consigo el cambio de dirección y por ende el quiebre de sus círculos familiares y cercanos de apoyo.

La evidencia exhibe que ser beneficiario de estos programas se ve reflejado en unas mejores condiciones de acceso al mercado laboral, la disminución de la probabilidad del trabajo doméstico principalmente para mujeres y del tránsito hacia sectores distintos a los primarios en el caso de los hombres.

Otro de los resultados más poderosos de las evaluaciones, es que todas coinciden en mostrar transiciones de las familias desde las clases más pobres hasta otros niveles socioeconómicos más favorables, a tal punto que aumentan su probabilidad entre un 35% hasta un 74% de no clasificarse como pobre ni vulnerable, es decir, clasificarse como clase media o en su defecto rica, gracias al beneficio de haber participado en alguno de los tres programas de vivienda que se ofrecen en el país.

Hoy el panorama sobre el futuro de estos programas sociales es todavía incierto, dado que si bien, el gobierno ha mencionado seguir apoyando algunas de las iniciativas, no ha dispuesto la magnitud de los subsidios para los años venideros, esperando que si pueda atender recomendaciones de focalización sobre los más vulnerables, acompañamiento social continuo, la mejora en las condiciones de seguridad y convivencia pacífica entre vecinos, el impulso a procesos de bancarización, el fortalecimiento del enfoque de género, la motivación por construcciones sostenibles con el medio ambiente, entre otras.