El Chelsea y Londres
“Los barranquilleros son muy indisciplinados”; “En Barranquilla las UCI están a tope y ellos siguen de fiesta”; “es que uno va allá y todo el mundo anda sin tapaboca”. Puras generalizaciones erradas como todas, y en especial cargadas de prejuicios por los habitantes de la costa.
El Chelsea quedó campeón de la Champions League. Y Londres se llenó de borrachos en sus calles sin tapaboca ni distanciamiento. Era tal la euforia, que la hinchada, para bien o para mal, olvidó la covid-19 por una noche. Esta no es una columna deportiva, es de análisis político, el que siempre intento hacer… La supuesta indisciplina entonces se reconfirma: no es exclusiva de los latinos ni de los países en vía de desarrollo. No, una ciudad moderna, capital del mundo, sufre de lo mismo, el hastío, la fatiga y la necesidad de regresar a un mundo que tal vez haya dejado de existir, aunque nos neguemos a aceptarlo.
Sadiq Kahn, alcalde de Londres, buscando disminuir las probabilidades de focos exagerados de contagio, junto con las directivas del club, pospuso la calle real para los jugadores en el centro de la ciudad y pidió calma. Pero sus esfuerzos fueron inútiles, con o sin la popular orejona, los fanáticos salieron a celebrar. El cansancio colectivo, y los micro momentos de oxígeno (como que tu equipo se corone campeón de Europa), son una mezcla fatídica, hasta en el primer mundo.
Es verdaderamente complejo seguir pidiéndole a la sociedad -en cualquier punto del globo terráqueo- que siga encerrada y que, en sus momentos de suma emoción, se adecúe a protocolos de bioseguridad. Eso funcionaría solo en un mundo ideal donde solo la razón primara, pero, por el contrario, en la realidad, hay emociones que no ayudan a que el ser humano priorice la salud pública por encima de su rotundo aburrimiento por este virus.
Sin embargo, lo cierto es que el proceso de vacunación ha sido lento y tedioso, con contadas excepciones (EEUU, Israel…), y que aún nos queda tiempo como humanidad conviviendo con la pandemia y sus consecuencias. El cansancio nos supera, y extrañamos los tumultos de antes. Un buen concierto, un buen partido de futbol. Hoy, estos escenarios están más cerca que hace un año, pero siguen siendo lejanos.
Lo que también es verdad, es que no podemos culpar a los ciudadanos que habitan x o y ciudad, de los diferentes picos y olas. El comportamiento del virus es por supuesto en parte responsabilidad de todos, pero a su vez de nadie. Por duro que nos parezca, no estamos en control. Los barranquilleros hemos vivido cada ola, aproximadamente tres semanas antes que el resto del país. Así mismo las hemos superado previo a los otros territorios. Y tal como por esto último no merecemos un trofeo, tampoco un castigo por lo primero.
“Los barranquilleros son muy indisciplinados”; “En Barranquilla las UCI están a tope y ellos siguen de fiesta”; “es que uno va allá y todo el mundo anda sin tapaboca”. Puras generalizaciones erradas como todas, y en especial cargadas de prejuicios por los habitantes de la costa. He apoyado incansablemente el autocuidado, e intento no rajarme aplicándolo en mi vida privada pero tampoco podemos señalar y enjuiciar a cada individuo que busca socializar, tratando de no enloquecer en medio de cada cuarentena.
@KATHYDATOS
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