Después de la larga cuarentena por la que hemos pasado -y siendo conscientes de la gravedad de la pandemia y la capacidad virulenta del Sars-CoV-2, que ya deja un millón de muertos- debemos insistir y persistir en las acciones de prevención aprendidas y las medidas de bioseguridad, especialmente el tapabocas, ya que los riesgos de infectarse, enfermar y morir se mantienen. Sin embargo, no faltan quienes, bajo argumentos de incomodidad, calor o, al asumir que nadie de su círculo social cercano presenta síntomas, descartan su trascendencia y optan por usarlo inadecuadamente o, simplemente, negarse a su utilización.

En Colombia, el tapabocas es obligatorio y puede ser exigido por las autoridades. En Barranquilla, entre las medidas adoptadas por la Alcaldía se ordena el uso de este elemento a todas las personas, especialmente en el transporte público, en áreas cerradas o abiertas con afluencia de personas y el espacio público. El incumplimiento de las medidas sanitarias puede derivar en multa de $936.320, según las disposiciones.

A partir de la disminución de los casos, el cese del aislamiento social obligatorio y el ‘pico y cédula’ en el país, volvieron las reuniones sociales y familiares, se abrieron los centros comerciales, se llenaron las playas y parques y se entronizaron las ‘Covid-fiestas’. Es preocupante que en estas actividades no se esté usando de manera regular y por todos, el tapabocas, ni se cumpla el distanciamiento físico. Por tal razón, las autoridades de salud están insistiendo en el llamado de atención a la ciudadanía ante la posibilidad real de un rebrote o una segunda ola de la pandemia, como lo viven actualmente España y Bélgica.

Investigadores de la Universidad de California, en un análisis publicado por la revista The New England Journal of Medicine, estiman que el enmascaramiento facial universal influiría también en garantizar que una mayor proporción de nuevas infecciones sean asintomáticas. Incluso comparan su uso con una forma de variolizacion que generaría inmunidad.

También enfatizan que mientras el mundo espera los resultados de los ensayos de las vacunas, “cualquier medida de salud pública que pueda aumentar la proporción de infecciones asintomáticas por SARS-CoV-2 puede hacer que la infección sea menos mortal y aumentar la inmunidad de toda la población sin que se den enfermos graves ni muertes”.

Las investigaciones científicas han destacado también que el enmascaramiento facial, que se volvió hábito en países asiáticos desde el SARS de 2003, se relaciona con el control de la actual pandemia en sus territorios.

El tapabocas mejora su nivel de protección si se utiliza de manera continua y masiva, y si se usa de forma adecuada, cubriendo completamente nariz, boca y barbilla, con ajuste en las orejas.

No es momento de bajar la guardia frente a la Covid-19. Sin duda, el uso de la mascarilla es el medio de protección más accesible y, por lo tanto, nuestro mejor aliado para limitar la propagación y evitar un rebrote que nos avasalle antes de lograr la vacunación masiva.

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