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Nuestra primera Constitución

Acabamos de cumplir 200 años de esta fecha trascendental de la patria, cuyo valor se refleja en su primer artículo que establece textualmente que: “La nación colombiana es para siempre irrevocablemente libre e independiente de la monarquía española y de cualquier otra potencia o dominación extranjera; y no es, ni será nunca, patrimonio de ninguna familia ni persona”. 

El 6 de octubre de 1821, Simón Bolívar sancionó con su firma la primera Constitución de Colombia, elaborada por el naciente Congreso General. Esta carta magna, conocida como Constitución de Cúcuta o de Villa del Rosario, representa el punto de partida de la nueva República la Gran Colombia, que se organiza luego de la liberación de la Nueva Granada y la Capitanía de Venezuela del imperio español.

Acabamos de cumplir 200 años de esta fecha trascendental de la patria, cuyo valor se refleja en su primer artículo que establece textualmente que: “La nación colombiana es para siempre irrevocablemente libre e independiente de la monarquía española y de cualquier otra potencia o dominación extranjera; y no es, ni será nunca, patrimonio de ninguna familia ni persona”. 

Esta primigenia Constitución abrió las puertas al sueño integracionista del Libertador, de unir a los territorios recién liberados en la gesta independentista que él lideró. Inicialmente la conforman Venezuela y la Nueva Granada y, luego, se adhieren Panamá, Quito y Guayaquil. Esta efímera Nación se disuelve en 1830 con el retiro de Venezuela y Ecuador producto, especialmente, de las diferencias políticas entre los partidarios del federalismo y el centralismo, las tensiones regionales y los intereses caudillistas de los líderes criollos.

Con la Constitución de Cúcuta se da inicio a la transformación política de la Nación y la estructuración de un Estado soberano y autónomo, con una organización gubernamental de carácter popular representativo; queda definido un sistema electoral con sufragios primarios a los que accederá el pueblo con asambleas y parroquias electorales, y se divide el poder supremo, para su administración, en legislativo, ejecutivo y judicial. Las leyes quedan a cargo del Congreso, su ejecución, en manos del presidente y su aplicación en causas civiles y criminales, a tribunales y juzgados. En esta Constitución fueron declaradas patrimonio nacional las riquezas del suelo y el subsuelo, se acabó con la Inquisición y se declaró el derecho a la plena libertad de expresión, entre otras. 

Si bien no queda abolida definitivamente la esclavitud, el mismo Congreso da paso a la “libertad de vientres” que, junto a la Ley de Manumisión de Esclavos (1814), son los principales hechos políticos que sirvieron para la terminación de esta despreciable práctica humana, en 1851, bajo el Gobierno del presidente José Hilario López. 

La Constitución de 1821 es el culmen de la batalla por la libertad y la soberanía de estos pueblos indoamericanos, un hito que marcó el antes y el después de la incipiente Nación y un paso firme y definitivo para su transición a la vida republicana. Ojalá que este aniversario sea para todos los colombianos una bella oportunidad para recordar a los héroes de la patria y nuestra historia republicana, como también debe ser motivo de reflexión colectiva para potenciar nuestro compromiso con la construcción de un país democrático, justo, incluyente, en paz y próspero, como soñamos quienes amamos esta bella patria.

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