La independencia de Estados Unidos en 1776 y la Revolución Francesa en 1789 fueron la base de la democracia moderna en el hemisferio occidental. En Norteamérica, a lo largo de su historia, su sistema democrático ha prevalecido a pesar de desafíos y turbulencias como las que vive en estos momentos. Hoy, aún los estadounidenses no ponen epílogo a una semana de incertidumbre, polarización y violencia verbal, que hace temblar sus cimientos institucionales y enrarecen su democracia.
Es innegable el impacto en la geopolítica mundial de sus elecciones, por ello, la del pasado 3 de noviembre, que hoy aventaja el demócrata Joe Biden, está siendo analizada y referenciada como el punto de quiebre entre el populismo autocrático y la sociedad democrática liberal.
El lento conteo de la votación y la demora en la designación del nuevo gobernante han promovido una marcada polarización política, ideológica y abuso del macartismo. Incluso, se acentuaron la discriminación racial y la xenofobia. Estas tensiones sociales, más las derivadas de la Covid-19, ponen en riesgo la estabilidad de su democracia e institucionalidad.
Mientras en su primer discurso el presidente electo Biden llamó a la unión, diciendo que “es momento de hacer a un lado la retórica dura, de bajar la temperatura, de vernos otra vez, de volver a escucharnos unos a otros”, el actual mandatario Donald Trump no ha dejado de lanzar, en redes sociales, expresiones como “¡la gente no aceptará esta elección amañada!” o que en la elección hubo “una montaña de corrupción y deshonestidad”.
A este lenguaje agreste ya nos tiene acostumbrados el presidente Trump, al igual que a sus decisiones autocráticas, como cuando ordenó la desvinculación de la OMS, en medio de la pandemia, al señalarla como inepta e ineficiente; o cuando amenazó a los inmigrantes con la construcción del muro a lo largo de la frontera con México y espetó: “Estados Unidos está viviendo una invasión de criminales y traficantes de drogas”. Por ello, es necesario que el pueblo norteamericano abra puertas de encuentro y de conversación sana y respetuosa para llegar a acuerdos que le permitan recuperar su normalidad y se dé inicio al nuevo periodo presidencial superando los riesgos de violencia social generalizada.
La experiencia que viven los EE. UU. es un espejo en el que deben mirarse las sociedades y los ciudadanos que valoramos la democracia y validamos los derechos humanos, el respeto a las diferencias, la solidaridad, la inclusión y la equidad. De ello depende que continúe la evolución virtuosa del Estado democrático y que no sea avasallado por el populismo.
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