Casi seis meses después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara la COVID-19 como pandemia, su director Tedros A. Ghebreyesus usó la metáfora de que aún no existía una “bala de plata” para frenar el virus, en alusión al instrumento con el que, según la leyenda, era posible matar al hombre lobo, para indicar que esta nefasta situación sanitaria no tiene una solución única e inmediata, y reiteró la necesidad de mantener medidas de salud pública para minimizar los contagios, los rebrotes y las muertes, mientras se desarrollan vacunas y protocolos de tratamientos más efectivos contra la enfermedad. También será indispensable que se les defina como bien público, de uso común, sin restricciones para ningún país ni ser humano.
Desde la publicación del genoma del virus Sars-CoV-2, se inició en el mundo una intensa actividad de investigación científica y desarrollo tecnológico para obtener un medio de inmunización seguro y eficaz. A la fecha, hay 139 prospectos de vacunas en evaluación preclínica y 26 en evaluación clínica, cuyos primeros resultados de eficacia se estarían publicando en 1 o 2 meses. Simultáneamente a estas pruebas clínicas, se están produciendo las vacunas. Las más avanzadas son:
1) La vacuna inactivada desarrollada por Wuhan Institute of Biological Products, Beijing Institute of Biothecnology y Sinopharm, en China. Este biológico se produce inactivando el virus mediante calor o productos químicos, destruyendo la capacidad del patógeno para reproducirse.
2) La vacuna inactivada adyuvada con aluminio, desarrollada por Sinovac, Butantan Institute, de Brasil; esta se combina con un potenciador para hacer más fuerte la protección en los individuos.
3) La ChAdOx1-S, en alianza entre Universidad de Oxford y AstraZeneca, en el Reino Unido. Es de tipo vector viral no replicante, se utiliza como vehículo para genes que pueden producir las proteínas del virus para estimular al sistema inmune, pero no se pueden reproducir y, de esta forma, evita que se produzca la enfermedad. Ha demostrado ser segura e induce la producción de anticuerpos contra este virus, así como células T protectoras. La vacuna contra el ébola fue desarrollada con la misma plataforma tecnológica.
4) La mRNA-1273, de la farmacéutica Moderna y el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos. Esta vacuna es del tipo RNA mensajero encapsulado y consiste en usar la plantilla o molde de la proteína S del virus, la cual sobresale de la estructura de este y la emplea para detectar las células que potencialmente infectará. Ya han comprobado que promueve la generación de anticuerpos contra la COVID-19.
Esperemos que estos adelantos científicos sean una realidad muy pronto y, lo más importante, que lleguen a toda la humanidad, con la prioridad que deben tener los niños, los adultos mayores, las poblaciones con mayor riesgo por ser portadoras de comorbilidades, y el personal de los servicios de salud. Además, es necesario que su acceso y distribución estén por encima de intereses nacionalistas, políticos y económicos.
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