En mi niñez gocé plenamente de las novelas de ficción y los robots de las series televisivas. De Julio Verne me encantaron ‘De la tierra a la luna’ y ’20 mil leguas de viaje submarino’, y fui televidente asiduo de ‘Perdidos en el espacio’, en donde el Robot B9 era mi personaje favorito. Lo que en esa época era un sueño lejano, una utopía de novela o una máquina recreada en películas, es hoy una maravillosa y necesaria realidad, incluso, en el quehacer cotidiano. La inteligencia artificial (IA) y la robótica están llamadas a protagonizar una gran transformación científica, tecnológica y sociocultural y, además, a liderar la Revolución Industrial 5.0.
La IA es una combinación de algoritmos computacionales capaces de aprender patrones con el propósito de crear máquinas que realicen procesos similares a los que ejecuta el pensamiento humano. Toma los datos circulantes, incluyendo la información que estamos produciendo diariamente y que es captada por las diferentes tecnologías con que interactuamos, para procesarlos y aprender de ellos; se aplica a las finanzas, la educación, el comercio, la logística, el transporte, la sanidad y el agro, entre otros.
Si bien tiene muchas definiciones, me parece acertada una que la concibe como una suma de tecnologías y prácticas, diseñadas por el hombre, que nos ofrecen capacidades para llevar a cabo propósitos complejos. El cerebro humano es el modelo bajo el cual ha sido creada. Para el investigador estadounidense Marvin Minsky, a quien se le atribuye el término inteligencia artificial, “es la ciencia de hacer que las máquinas hagan cosas que requerirían inteligencia si las hubiera hecho un humano”.
El Informe del Índice de IA 2021, de la Universidad de Stanford, arroja datos interesantes respecto de la penetración de la IA a nivel mundial: “el número de cursos que enseñan a los estudiantes las habilidades necesarias para construir o implementar un modelo práctico de inteligencia artificial en pregrado y posgrado ha aumentado en un 102,9% y un 41,7%, respectivamente, en los últimos cuatro cursos académicos”. En 2020, la inversión privada en IA para crear nuevos fármacos fue de USD 13.8 mil millones.
Entidades internacionales como NASA, IBM, Google, Apple, entre otras, lideran en el mundo investigaciones y desarrollos en IA. En Colombia, Sinfonía, una alianza encabezada por la Universidad de los Andes, se dedica a estas áreas. A este esfuerzo se suma hoy la Universidad Simón Bolívar, que desde hace 7 años, a través de MacondoLab, trabaja en la dinamización del ecosistema de innovación en el Caribe y, por ello, ahora pone en marcha su nuevo centro de inteligencia artificial y robótica, Audacia, con el objeto de crear desarrollos tecnológicos en estos temas.
Sin duda, como sociedad tenemos el desafío de adaptarla a nuestros objetivos de optimizar las condiciones de vida de todos, ajustarla al contexto social y trabajar para que sus revolucionarios procedimientos sean empleados adecuadamente, con consideraciones éticas y de responsabilidad social.