Ignominioso lastre
La campaña No es hora de callar, liderada por la periodista Jineth Bedoya, documentó 99 feminicidios en Colombia entre enero y junio de este año, en los que la mayoría de las víctimas había denunciado previamente agresiones verbales y físicas de sus exparejas.
La dolorosa realidad de violencia intrafamiliar se replica en la vida de muchas mujeres en Colombia. Unas se atreven a denunciar las golpizas y el maltrato sicológico, y deciden alejarse de sus agresores, mientras otras, por la dependencia económica y el ambiente de amenazas y proclive a la subyugación en que viven, terminan, a la larga, doblegadas y anuladas. El feminicidio, en muchos casos, es la conclusión nefasta de esta perversa actitud y comportamiento enmarcados en la cultura machista. A través de la violencia, el hombre machista pretende dominar y tomar posesión de la vida de su pareja, bajo los falsos argumentos del afecto y el amor. Frases como “si no eres para mí no serás de nadie” o “nadie te va a amar más que yo” son utilizadas con frecuencia en su vocabulario para agredir, amedrentar y someter a la pareja e, igualmente, para justificar tales acciones violentas.
La falocracia es una herencia de la histórica dominación masculina y la inequidad con que la sociedad ha sometido a la mujer, limitándole el acceso a la educación y al trabajo, esquilmándole así su autonomía.
“Ya me cansé”, le había dicho la joven Katiuska Rangel a su mamá, semanas antes de ser asesinada por su pareja el pasado 19 de septiembre, en la vía pública y a la vista de los transeúntes en el centro de Barranquilla. La mujer, según sus familiares, soportó una relación llena de maltratos y atropellos. Recibió amenazas de muerte de su victimario si no regresaba a su lado y este, lamentablemente, las cumplió.
De acuerdo con los reportes de las autoridades, este año se han registrado en el Atlántico 10 feminicidios, es decir, hechos que fueron motivados por la condición de mujer o por la identidad de género de la víctima, delito claramente tipificado en la Ley 1761 de 2015.
La campaña No es hora de callar, liderada por la periodista Jineth Bedoya, documentó 99 feminicidios en Colombia entre enero y junio de este año, en los que la mayoría de las víctimas había denunciado previamente agresiones verbales y físicas de sus exparejas.
En julio, Medicina Legal emitió una alerta temprana por casos de mujeres en riesgo extremo de feminicidio: 9.068 en 2018 y 8.608 casos en 2019.
Lo peor es que esta terrible realidad de violencia se ha intensificado con el confinamiento por la pandemia de Covid-19 por causas como el deterioro de las condiciones de vida de las familias, el aumento del estrés, el hacinamiento en el hogar, etc., tal como lo ha alertado la ONG Human Rights Watch.
Es urgente brindarles protección a las mujeres que en estos momentos se encuentran amenazadas, dándoles una atención expedita en la que prime el amparo de su integridad y la de sus hijos, como víctimas de este cruel comportamiento machista. Además, es obligatorio que las investigaciones y juicios por feminicidios tengan celeridad y sanciones ejemplarizantes.
Son necesarias apuestas educativas y espacios de equidad de género por parte del Estado, la sociedad y la familia para superar este ignominioso lastre que nos ha legado la historia de la humanidad.
rector@unisimonbolivar.edu.co
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