El 78,27% de votantes aprobaron la pregunta "¿quiere usted una nueva Constitución?", y decidieron convocar una Constituyente con 155 ciudadanos que serán elegidos por voto popular el año entrante. Al conocer estos resultados, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, afirmó que “triunfó la ciudadanía y la democracia”.
A esta decisión trascendental llegó el pueblo chileno tras el estallido social de hace un año, cuya primera manifestación fueron las protestas estudiantiles por el aumento de los pasajes del metro, pero originada en el hartazgo de la población frente a un sistema económico y político que, pese al crecimiento económico y mostrarse ante el mundo como un país boyante y ejemplar, lo definen como una burbuja que disfraza sus profundas disparidades sociales.
La Constitución de 1980 fue impuesta por un régimen autoritario de facto, que privilegió la apertura económica e impulsó la privatización de los recursos naturales, los servicios públicos y las empresas estatales. Igualmente, se promovió el crecimiento económico sobre el desarrollo social equitativo. Hoy los chilenos se quejan por los altos costos que deben pagar por los servicios de salud, educación, transporte y los servicios públicos básicos, aparte de contar con un sistema de pensiones nocivo y regresivo, nula movilidad social, entre otras dificultades.
Respecto a lo que sucede en su país, Paola Amar Sepúlveda, vicerrectora de Investigación de la Universidad Simón Bolívar, me comenta que Chile urgía un cambio profundo y resalta que este plebiscito fue liderado por movimientos sociales y no por partidos políticos o ideologías, producto del agotamiento de un modelo que no piensa en la gente. “También, como mujer e investigadora veo con satisfacción que se cierra una brecha de género al haberse decidido que los escaños de la Constituyente serán equitativos para mujeres y hombres. Estoy expectante, feliz, por lo que está sucediendo”.
También se destaca el planteamiento del doctor Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales de Chile, quien, en entrevista televisiva, dijo que “si alguien cree que va a ser una pócima milagrosa está soñando. Si alguien cree, por el contrario, que llevar este proceso nos va a sumir en una catástrofe, está siendo víctima de una pesadilla (…) vamos a llevar adelante un proceso que es propio de la vida democrática”.
La experiencia de Chile nos muestra los resultados de priorizar el crecimiento económico sobre el desarrollo humano. Más que un reclamo de igualdad, el grito chileno es por equidad; no están exigiendo subsidios sino buscando la construcción mancomunada de oportunidades. Esperamos que nuestros hermanos chilenos edifiquen, con esta nueva Constitución Política, un horizonte justo y equitativo para todos.
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