La psicología urbana habla del “aire de la ciudad” para referirse al estado de ánimo de sus habitantes. Las ciudades tienen algo subjetivo que las hace singulares. Bogotá, Medellín y todas las ciudades, aunque sus paisajes sean distintos, están compuestas por los mismos elementos: calles, edificios, parques, vehículos, comercios. Pero es la gente la que da el estilo de vida a la urbe.
Al salir nuevamente a recorrer las calles de Barranquilla, algunas cosas permanecen y otras han cambiado radicalmente. Aunque son las mismas personas, hoy han incorporado un nuevo objeto a su vestimenta: un tapabocas que nos impide reconocer si las personas están tristes o alegres. Ya no hay besos, ni abrazos, ni apretones de manos. Hemos incorporado un nuevo miedo: ya no nos asustan tanto las personas, sino sus cuerpos cuando se aproximan demasiado. El miedo a la proximidad del cuerpo del otro nos hace andar acompañados con nuestro frasquito de alcohol, que se ha vuelto tan imprescindible como el celular.
Aparte de los cambios de comportamiento de la gente, llama poderosamente la atención la cantidad de locales comerciales vacíos, con su clásico letrero “se arrienda”. Siempre he disfrutado del centro comercial Country Plaza porque es al aire libre. Me impresionó verlo prácticamente desocupado. Allí, como en tantos otros negocios, trabajaban empresarios, comerciantes y muchos empleados. ¿Cuál será la suerte de ellos ahora, así como de tantas personas que han perdido sus fuentes de ingreso?
Viendo esta nueva realidad de la ciudad que está viviendo la peor crisis económica de la historia y sin saber cuándo se podrá controlar la pandemia, no percibo que se haya dimensionado todo lo que se nos está viniendo encima. La política no descansa con sus discursos de odio, inconscientes ante una situación económica catastrófica que, según la Cepal, presenta los peores indicadores de los últimos 120 años.
América Latina es la región del mundo más golpeada por la pandemia. Somos el 9% de la población mundial y tenemos el 30% de infectados. Junto a esta crisis sanitaria se suman consecuencias económicas y sociales devastadoras: 231 millones de latinoamericanos hoy no tienen ingresos para satisfacer sus necesidades elementales.
Considero que el gran problema de hoy es social. ¿Cómo haremos para unirnos en la diferencia para enfrentar esta terrible crisis? Creo que los trabajadores de la salud han dado un ejemplo al país arriesgando sus vidas para proteger al prójimo. Este comportamiento altruista es lo que necesitamos. Ellos no discriminan si el paciente es hombre o mujer, blanco o negro, comunista o conservador, solamente es una vida, una persona en peligro que hay que ayudar.
Las sociedades se vuelven fuertes cuando son capaces de unirse en la diferencia. Hemos perdido veinte años de progreso en seis meses. Necesitamos la creatividad y el sacrificio de todos en estos difíciles momentos.
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