
Se buscan latinos
En los últimos días, los dos candidatos a la presidencia de los Estados Unidos han hecho llover torrentes de promesas en millones de dólares para auxilios, salud, educación y empleos, que incluyen a la población latina. Los estados donde ésta ha crecido, como en Florida, se han convertido en los más apetecidos electoralmente.
Lo curioso de estos hechos es que contradicen a pensadores tan destacados como Samuel Huntington, quien se ha referido en el pasado a los inmigrantes latinos de manera más bien desfavorable. Como quien busca al enemigo en casa. Pero analizando más de cerca lo que está sucediendo en esta campaña presidencial, uno no cree que los inmigrantes latinos representen una amenaza para la seguridad nacional. Por el contrario, se buscan ahora afanosamente votantes latinos que se inclinen por Biden o por Trump en aras de la seguridad política del país.
Un argumento que hay en el trasfondo de los juicios de Huntington, y que parece inocuo a primera vista, es el que se basa en la identidad anglosajona como uno de los pilares indiscutibles del progreso de la civilización de los Estados Unidos. No obstante, el mismo pensador reconoce que hablar de identidad es hacer política. Es lo que ha pasado hasta ahora, y cómo no, en la actual campaña. Se hace política con las identidades, hasta el punto de que los latinos inmigrantes, antes agrupados bajo el término “hispanos”, se han convertido en soporte de la identidad sociopolítica estadounidense, porque, entre otras razones, sucesivas generaciones de ellos han obtenido la ciudadanía, contribuyendo con su trabajo al desarrollo y estabilidad de la potencia americana. Han logrado ser parte fundamental del engranaje de la civilización de ese país y se les mira ahora con renovada visión, como lo está demostrando la actualidad política. Entonces sí es cierto que hablar de identidad es hacer política, como lo pensaba Aristóteles al definirla como una característica radical del ser humano que vive en comunidad.
Hace más de medio siglo, Octavio Paz escribió unas reflexiones muy pertinentes sobre los mexicanos que han traspasado la frontera para implantarse en los Estados Unidos. En su ensayo, titulado sonoramente “El laberinto de la soledad”, uno no encuentra propiamente un choque de civilizaciones, como diría Huntington, sino una diferencia más cultural que económica, en todo caso constructiva, entre mexicanos y estadounidenses. La reflexión de Paz es muy válida en nuestros días y se puede extender a los latinoamericanos en general que viven en la nación del Norte. Además de ciertas anotaciones simpáticas como aquella que dice que lo extraño de vivir allá es que hasta los pájaros cantan en inglés, y las flores no tienen los nombres verdaderos que les pone nuestra lengua, enfatiza la capacidad de asimilación de los latinos a la sociedad y la identificación con los valores de los Estados Unidos, hasta el punto de que en muchos aspectos los latinos han llegado a ser más trabajadores, e incluso mejores guardianes de su país, que los nativos seculares.
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