El pasado 17 de marzo murió en Madrid a los 91 años el chileno Jorge Edwards, diplomático, novelista, autor de crónicas periodísticas. La más renombrada fue la que publicó en 1973 bajo el tituló de Persona non grata, referencia explícita al rechazo que el régimen cubano le estampó después de ejercer en 1971 el cargo de Ministro Consejero del gobierno socialista de Salvador Allende ante el gobierno cubano, que eran como primos hermanos en razón de la ideología compartida por ambos regímenes.

El libro de Edwards, basado en su experiencia diplomática en Cuba, es una crítica al régimen que Fidel Castro impuso en Cuba tras la revolución que derrocó al dictador Fulgencio Batista. Tengo el libro de Edwards lleno de subrayados, glosas y comentarios a lápiz en los márgenes. Es indudablemente un testimonio de primera mano en el que el escritor chileno consigna, como en una crónica, lo que iba observando del proceso de la revolución como práctica de gobierno en la sociedad cubana. Después de que Edwards salió de Cuba, empezó a escribir el libro y fue encontrando el sentido a lo que le parecía algo accidental antes cuando estaba en La Habana. Lo que encontró fueron las piezas de un rompecabezas que le devolvió “una imagen más sombría de la realidad” que se vivía en Cuba, frase que por sí sola era motivo de rechazo para el sistema castrista que lo tenía todo controlado hasta el detalle de los micrófonos ocultos que fueron instalados en su cuarto de hotel y los espías que lo seguían disimuladamente desde lejos todos los días al ir su oficina y a los diversos actos diplomáticos, restaurantes, sitios de entretenimiento. Pero lo que irritó al régimen fue la crítica que Edwards escribió sobre el caso Heberto Padilla, un poeta cuyo encarcelamiento se produjo a raíz del recital poético “Provocaciones” que Padilla ofreció y que no tuvo otro calificativo que de ser un pasquín antipatriótico, sin valor artístico, pues las versos de Padilla llegaron a los oídos oficiales, incluido Fidel, como hostigamiento a un gobierno que no permitía controversias en aquella isla férreamente comunista sobre la que el escritor Leonardo Padura, que reside en Cuba, no ahorra reproches y juicios, esos sí severos, en sus novelas.

En una entrevista que dio Edwards, éste recordó que intelectuales latinoamericanos simpatizantes del castrismo, y más papistas que el papa, le quitaron el saludo, como lo hizo el argentino Julio Cortázar que dijo: “soy amigo de Edwards, pero desde que publicó Persona non grata prefiero no verlo”. Razón más que sobrada para leer el libro.