De los cientos de testimonios que he escuchado en mi vida de educador me han conmovido los que cuentan el cambio que la educación ha significado para los individuos. Mucho más cuando la transformación de vidas se refiere a las condiciones de pobreza de donde partieron para llegar a la dignidad del desarrollo humano. Muchos me han contado que sus padres ganaban apenas el salario mínimo, pero hicieron todos los sacrificios del mundo para que ellos pudieran obtener un título universitario.

Temo por lo que va a pasarles a miles de familias que eran pobres antes de la llegada de la pandemia, y ahora se están volviendo más pobres. El vicepresidente para América Latina del Banco Mundial, el colombiano Carlos Felipe Jaramillo, reveló en una entrevista reciente para el diario El Tiempo que 50 millones de latinoamericanos van a volver a caer este año en situación de pobreza. Y añadió algo que me aterra: “Es muy triste perder más o menos casi el mismo número de latinoamericanos que habían salido de la pobreza desde el 2003, que fueron 60 millones”. Se puede uno imaginar lo que eso significa en términos reales para los colombianos del Caribe, que sigue siendo una región muy pobre.

Para referirnos a la educación superior en particular, es una noticia preocupante. Pero hay que emprender acciones innovadoras, como lo propuse en mi columna de la semana pasada. Es un hecho que la educación virtual llegó para quedarse. Hay que encontrar con urgencia la forma de que todos los estudiantes, y no solo menos del 40% de ellos, como es el caso ahora, tengan acceso a internet y, por tanto, a la educación que ya se está implantando como un nuevo modelo educativo. Los gobiernos centrales y locales tienen un reto enorme, pero lo deben acometer sin rodeos. Insisto en que el Estado debe ofrecerles pronto a los más pobres conexión gratuita a internet y, por supuesto, herramientas computacionales subsidiadas para que pueden acceder a la educación virtual, que, por el momento y por mucho más, es la salida más viable para educarse en tiempos del coronavirus. También puede el gobierno disponer los recursos económicos necesarios para hacer que los precios de la conexión y de los computadores sean asequibles a la mayoría de estudiantes de clase media, y a la menos pudiente de estratos más altos. No podemos olvidar que este es un país de pobres vergonzantes, donde es más lo que se aparenta en lo que se tiene que en lo que se es. Pobres es lo que somos, pero con un potencial enorme de superación humana. Lo sé por la transformación que la educación ha logrado realizar en los seres humanos que he visto educarse.

Queda aún el problema más acuciante: ¿cómo y con qué pagar las matrículas en las universidades privadas, y también las públicas, en las que hay que pagar menos, pero ni para eso alcanzan las posibilidades de incontables familias. Y con un desempleo tan alto, ni se diga. El Icetex no va a dar abasto. El Estado colombiano y la sociedad responsable no pueden permitir que echemos para atrás.