
En una época, no tan lejana, los libros de segunda en Barranquilla se adquirían a buen precio en la plaza de San Nicolás. Era el lugar más visible adonde los padres de familia, con la lista de los textos escolares en la mano, acudían al comienzo del año para hacer rendir el salario. En términos modernos se puede decir que los vendedores de libros usados cumplían, como siguen cumpliendo, una función social.
El alcalde Pumarejo ha dicho que va a consultar a la ciudadanía para la elaboración del Plan de Desarrollo 2020-2023. Uno de los cuatro ejes del plan es Ciudad equitativa y justa. Creo que es ahí donde cabe la propuesta, que compartimos varios ciudadanos, de aumentar los espacios democráticos de lectura como son las bibliotecas públicas. Si se analiza en detalle el tema del acceso a los libros, enciclopedias y colecciones, y por supuesto a los medios electrónicos que los difunden, se encontrará que son incontables los niños y jóvenes, y también adultos, que no tienen los medios económicos ya no solo para comprar los textos escolares, sino mucho menos libros de literatura, historia, filosofía y una variedad interminable de áreas del saber que han crecido con el avance de los conocimientos y las creaciones humanas.
En muchas otras ciudades del país, y del mundo, las bibliotecas públicas son orgullo de la ciudadanía. Para solo mencionar un par de ejemplos, están la Biblioteca Nacional de Francia y la Biblioteca Pública de Nueva York. Esta última no constituye únicamente el bello edificio neoclásico de la calle 42 con Quinta Avenida. Se trata de una red de bibliotecas públicas que comprende 88 sedes vecinales. He visitado en varias ocasiones la biblioteca de la calle 53 en Manhattan, en donde pasé horas acogedoras de lectura.
¿Por qué no pensar en una red de bibliotecas para el próximo Plan de Desarrollo de la ciudad? Podrían estar conectadas con la Biblioteca Piloto del Caribe, y con la Biblioteca Departamental. El número de sedes se puede calcular en una proyección de los recursos públicos para este cuatrienio, –mejor aún para el decenio–, recursos que deberían destinarse con atención al desarrollo de la cultura, como se ha hecho con la construcción de aulas escolares, sin necesidad de recortar el presupuesto de éstas. Lo que se sabe con vaguedad todavía es que el Banco de la República ha dicho que va a construir en estos años unos espacios con biblioteca y salas de conferencias en el sitio donde actualmente se encuentra el Teatro Amira de la Rosa, pero no sabemos con certeza si dicha construcción va a ser un complemento del Teatro, ya restaurado, o qué otra cosa puede ser. La cuestión ha quedado pendiente de precisar desde el año pasado, aunque el Distrito deberá jugar un papel decisivo en lo que respecta a los planes del Banco, por tratarse del interés público. Si las grandes ciudades en países de mayor desarrollo ofrecen el acceso gratuito a la lectura, con más motivos debe hacerse en Barranquilla en razón de la equidad social.
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