El Heraldo
Opinión

El animal temible

Se puede decir que Tocqueville es un politólogo clásico pasado de moda, si nos atenemos solo al espectro más refinado de la ciencia política moderna. 

Ante a la situación política de los Estados Unidos, ¿qué diría el pensador francés Alexis de Tocqueville? En 1831, y durante nueve meses, recorrió el país del norte para tomar nota del sistema penitenciario, que el gobierno francés consideraba digno de atención. A su regreso, rindió el  informe sobre su misión, pero fue la política norteamericana lo que produjo en él un impacto más profundo. En los años siguientes, escribió los dos tomos de su conocida obra La democracia en América.

¿Acaso volvería a escribir que el estado democrático tendía a convertirse en un despotismo? Dicho de otra manera, que quizás es la misma de antes, como en Hume, Maquiavelo, y tantos otros, que la codicia del poder político arrastra todo lo que se le oponga, incluso las libertades que la democracia de las urnas pregona. Ese es el espectáculo que nos brindó la campaña a la presidencia norteamericana, y el que nos ha mantenido pendientes de los noticieros, así uno pretenda no indigestarse con las noticias que acaparan cualquier otra novedad desde el pasado martes tres de noviembre.

Se puede decir que Tocqueville es un politólogo clásico pasado de moda, si nos atenemos solo al espectro más refinado de la ciencia política moderna. No obstante, no hay quizás actividad humana más corriente, la que más afecte directamente al ciudadano, que la política, siguiendo a Aristóteles que definió al ser humano como un “animal político”, según dicen, traducción del griego bastante burda por ser precisamente una mala traducción. El hecho es que  Tocqueville escribió con base en una experiencia, como fue su viaje de observador de los acontecimientos y costumbres políticas de los Estados Unidos. A mi me suenan pertinentes muchas de las frases que se hallan regadas por su obra : “el despotismo me parece  particularmente temible en las edades democráticas”. Dijo muchas más, que parecen meramente libertarias, al advertir los peligros del igualitarismo que observó en la democracia  norteamericana, porque pensaba que conduce a la esclavitud, a la sujeción de los individuos a los líderes, al olvido de los  valores de la libertad.

Lo paradójico es que el costo de la libertad es el control que los gobiernos tienen sobre los individuos, fenómeno que no es exclusivo de las dictaduras, porque se ha vuelto un parámetro de las sociedades liberales. Los individuos en las democracias  modernas, ¡y qué actual es la democracia norteamericana!, no son demasiado fuertes como parecen sino demasiado débiles. No pueden controlar a quienes los controlan con la fuerza del poder. Aunque Tocqueville es un pensador de su tiempo, uno que dependía de los valores políticos de su época, sus reflexiones siguen teniendo validez en el contexto de la modernidad, no solo porque el escenario político es el campo propicio para la confrontación de las pasiones, las ambiciones, los delirios, sino también por todo lo contrario : en la escena pública es donde debe manifestarse y exigirse la ética ciudadana, sin la cual la actividad política se vuelve, ahí sí, un animal temible.

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