Cuando estudiaba en París hice amistad con dos estudiantes de origen árabe, muy cultos, uno libanés y otro egipcio. El primero, nacido en Beirut, hablaba a la perfección el francés. Fui con ellos una vez a escuchar al escritor libanés Amin Maalouf quien disertó sobre Las cruzadas vistas por los árabes, tema sobre el que es muy versado y sobre el que publicó el libro homónimo que lo dio a conocer. Al escucharlo entendí mejor el punto de vista árabe sobre las Cruzadas que fueron matanzas y sufrimientos que los occidentales cristianos infligieron a los árabes cuando llegaron a Tierra Santa. Un testigo musulmán dejó escrito : "Los cruzados hicieron trizas el ejército turco. Mataron, saquearon e hicieron muchos prisioneros que vendieron como esclavos". Aprendí cuán importante es ponerse en el punto de vista del otro para entender su historia, sus creencias, sus costumbres. Yo estudiaba teología en ese entonces y estaba marcado por la concepción occidental de la historia. Los cruzados eran sobre todo héroes, santos luchadores en la defensa del Santo Sepulcro de Jerusalén y no más. 

Cuando les contaba a mis amigos árabes que yo venía de una región colombiana adonde habían migrado muchas familias árabes que huían de las guerras del Medio Oriente y a quienes llamábamos turcos, sin distinguir entre sirios, palestinos, libaneses, sauditas, una simplificación de la diversidad de países del imperio otomano de donde procedían antes de la Primera Guerra Mundial, no me quisieron creer. Me di cuenta de que sonreían ante el desconocimiento de la geografía e historia de su región por parte de los habitantes de acá como fue el caso de los inspectores aduaneros en el muelle de Puerto Colombia que cambiaban a su arbitrio sus nombres, incomprensibles para ellos, por otros que les eran familiares. Loor Naissir cuenta en su libro Sin retorno que su abuelo, recién llegado de El Líbano, al ir  a registrar su residencia en Colombia -y a la mayoría de migrantes árabes les pasó igual- vio cómo el funcionario le cambió de nombre, que era Knule Fayad, por Nicolás, porque el nombre de origen le era difícil de escribir. El legado árabe en la Costa es muestra de laboriosidad y filantropía: Don Elías Muvdi, de origen palestino, donó al Departamento un predio de 101 hectáreas sobre la calle 30, donde se halla entre otros el Hospital Uninorte.  Sus apellidos son inconfundibles. No hay pierde en la política actual en la que los Turbay, Arana Padaui, Zuleta Bechara, Char Abdala, por ejemplo, se cuentan en las listas de los mandatarios costeños electos para los próximos cuatro años.