Sobre lo que vendrá después del virus que nos acosa han corrido ríos de tinta. Seguirán corriendo todavía más.
Hay de todo para escoger: desde profecías sobre cómo ya no nos vamos a saludar como antes, hasta especulaciones sobre qué volveremos a ser, si mejores o peores, pasando por los anuncios pesimistas de la llegada inminente del Castigo Final, que el Apocalipsis describió como ángeles con piernas de columnas de fuego y bestias que surgen del abismo. Es probable que, a falta de otro tema, la profecía se haya convertido en el mejor de los juegos posibles.
Pero cuál será el futuro, no lo sabe ni la ciencia del porvenir, que por definición no es ciencia por ser de la casualidad. Lo que mejor conocemos es el pasado. Aun así, los historiadores no se ponen de acuerdo del todo sobre qué fue lo que pasó, ni menos aún cómo sucedió. Cada cierto tiempo se publican nuevos hallazgos de la arqueología como el que apunta con precisión relativa– ¿podría acaso ser absoluta?- que la erupción del Vesubio, que destruyó a Pompeya, no fue en agosto del año 79 de nuestra era sino en octubre, dos meses más tarde, debido a las partículas de árboles otoñales que se incrustaron en las narices de quienes quedaron sepultados tras la avalancha del volcán embravecido.
Aparte de la afiebrada imaginación, y de los pronósticos de expertos en finanzas, se desconoce qué va a pasar a ciencia cierta en dos o cinco meses, incluso con las inversiones más conservadoras. Se gane o se pierda dinero, se sabe que la respuesta será que así funciona el mercado. Con similar respuesta se explicaban los oráculos de Delfos que vaticinaban un suceso, pero sucedía otro. Los sacerdotes ajustaban luego lo predicho con lo sucedido, para no despertar la cólera de los dioses por llevarles la contraria. Pero si hay que creer en alguna profecía, el mejor ubicado fue el profeta Isaías cuando clamó : “Entra en tu casa y ponle cerrojo a las puertas detrás de ti, hasta que pase la ira”. Un presagio que ni mandado a hacer para el momento actual.
Es más seguro atenerse al presente y a los hechos. Estar al tanto del recorrido de la pandemia para tomar medidas que son preventivas, con márgenes de error, - y qué error-, pero no infalibles. Un grupo de científicos norteamericanos teme que para diciembre habrá un peor rebrote, debido a la llegada del virus de la influenza del invierno. La mayor certeza, por tanto, está en el ahora, cuando podemos brindar con un vino por este milagro de la vida que tenemos, y a la que cantó Omar Khayamm : “sé feliz un instante…la vida no es más que ese instante”. Y es también ahora cuando hay que admirar la grandeza de la solidaridad humana, que está surgiendo por todas partes entre cientos de miles de profesionales de la salud que se arriesgan por la vida de otros, exponiendo la propia. ¡Y muriendo en tantísimos casos! Son hechos, no vaticinios, que echan por tierra cualquier profecía pesimista sobre la capacidad del ser humano de trascenderse.