
¿Qué indujo al cabo aquel a matar a Dimar Torres, el exguerrillero? ¿Por qué han matado a 126 exguerrilleros que habían entregado sus armas? ¿Por qué abandonó su silla en el avión en que iba a viajar aquella dama que dijo no querer estar allí con un guerrillero? ¿Por qué se consideran y se premian como operaciones militares exitosas las que culminan con muertos? ¿Y porqué a pesar de ser vergonzosas para nuestro ejército, regresaron las órdenes que hicieron posibles los falsos positivos?
La información se desmintió, sin embargo se echó atrás esa directiva; ¿qué hubiera pasado si el hecho no hubiera sido denunciado por la prensa extranjera?
Son suficientes, quizás excesivas las preguntas que los colombianos nos hacemos por estos días bajo el temor y la vergüenza de que, según esos hechos nuestro ejército prepara y estimula la acción de matar. Y de acuerdo con las informaciones, legitiman esas muertes:
1.- Como resultados pedidos y premiados por los altos mandos.
2.- Porque liberan a Colombia de la gente mala.
Ya ha sido denunciada y condenada la idea de que a más muertos, mayor es el éxito profesional del militar y que se ganan tantas ventajas cuantos muertos se pueden reportar. Suena macabro comprobar que unos días de vacación se pueden ganar con uno o varios muertos.
Es alarmante y denigrante la idea de que hay compatriotas que deben desaparecer porque son malos y que solo deben subsistir los buenos.
Recordé que en lo más crudo de la guerra entre israelíes y palestinos los siquiatras Kurt y Kety Spillman buscaron la raiz más honda del conflicto y descubrieron el que llamaron “síndrome del enemigo”, que parece reproducirse en Colombia. Lo describieron como un fenómeno que afecta la capacidad de conocer. Al enemigo se le atribuye todo lo malo que sucede porque él es el mal, sin alternativa posible, por tanto todo cuanto hace es malo y sin posibilidad alguna de bondad. Por tanto, nada con el enemigo.
Las historias de los falsos positivos parecen calcadas en ese esquema, aunque con algunas diferencias:
-Los enemigos en aquella versión oriental eran los combatientes, no los civiles. Aquí los civiles corren los riesgos del combate porque su presencia no debe retardar ni impedir los operativos, según la directiva reciente.
-En aquella guerra unos y otros se diferenciaban por la nacionalidad. Aquí unos son los buenos que deben eliminar a los malos, que lo son porque sí, porque piensan distinto y esto los hace malos.
-La diferencia más grave es que en aquella guerra el síndrome afecta a los combatientes; aquí nos afecta a todos, alineados en dos bandos irreconciliables de buenos y de malos. Se miran como malos, incluso, a los que aceptan como ciudadanos a los guerrilleros que regresan. Es la aberración de alma que explica los falsos positivos.
La raíz del problema no son, pues, las estructuras armadas de bacrim, paramilitares o disidentes de las Farc. A todos nos prepara para matar esa actitud de odio a quien piensa distinto porque eso nos lo vuelve peligroso.
Jrestrep1@gmail.com / @JaDaRestrepo
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