En noviembre del año pasado la Selección Colombia sufrió dos dolorosas derrotas ante Uruguay, en condición de local, y una goleada ante Ecuador.
Frente a esos demoledores resultados en contra, sobretodo el lacerante 6-1 en Quito, no era un disparate creer que el nuevo técnico, en su debut, pensara en darle a la seguridad la condición de prioridad. No importa que los defensores no fueran los mismos de aquella vez (Ospina, Medina, Mina y Tesillo no jugaron frente a Ecuador), y hubiera pasado tanto tiempo en el que los futbolistas ocuparon la mente y los esfuerzos a favor de sus intereses profesionales y el de sus clubes.
Y así fue, Reinaldo Rueda les dio seguridad a sus jugadores, pero no como se suele creer que la seguridad es sinónimo de más defensas, de más precauciones, de jugar a la defensiva. La seguridad que les entregó tuvo que ver con ponerlos en el lugar en donde se sienten más felices, en donde más veces han jugado. Los puso en su hábitat, el lugar del que conocen sus secretos.
Ya lo dijo Jhon Maxwell en su ley del nicho: “las grandes cosas ocurren cuando todos los jugadores del equipo están ubicados en la posición que maximiza sus talentos, sus habilidades y su experiencia”. Luego, los distribuyó en un formato simple y muy conocido (4-4-2), con un gran compromiso para defender sin un volante de ‘marca marca’, recuperando parte de su amor por la posesión criteriosa del balón, especialmente en el inicio del partido y después de los goles.
Colombia, además como equipo, manejó bien la idea de bloque, casi siempre estuvo con sus jugadores muy cerca con y sin balón. Muriel, ante la ausencia de un enlace, inteligentemente se desmarcó en zonas intermedias entre defensas y volantes peruanos y a partir de ahí, con su potencia y técnica en velocidad, le incrementaba la peligrosidad a la jugada, incluida la que precedió al tercer gol, el de Luis Díaz.
También, la jerarquía de Cuadrado, el orden defensivo, la distribución lúcida de Uribe y Cuéllar, la perseverancia de Díaz, la lucha de Zapata, la corrección de Medina y Tesillo fueron, entre otros, algunos de los aspectos positivos que tuvo Colombia ante Perú.
Claro, no es tiempo de emitir juicios que sugieran conclusión, pero vencer a Perú jugando bien es un alentador primer paso. Un buen partido que debería servir para lo que sigue. Y lo que sigue es Argentina, que con una nueva generación de jóvenes y buenos futbolistas, tal vez no parece la Albiceleste intimidante de otras épocas, pero es la Argentina de Messi.